6.4.09

Death Valley


Dado que mi último fin de semana en Santa Barbara era feriado, le propuse a Nairn que hicieramos un viaje a algún parque nacional cercano. Acabamos decidiéndonos por Death Valley. Tres personas más se unieron a la expedición, Strawberry desde Santa Barbara (aclaro de nuevo, es un apodo), más Karen y Wilbert desde Los Angeles. Pueden seguir las imágenes que acompañan a esta crónica en un sitio que acabo de hacer (¡gracias iWeb!). Aqui no cabían todas las fotos que quería poner.

Partimos el viernes un par de horas tarde gracias a que la vida siempre es complicada para Nairn. La desmañanada nadie nos la quitó a los otros dos. A medio camino hicimos una parada de emergencia cuando decubrimos que la camioneta no venía equipada para tocar música desde un iPod. Strawbs y yo no tolerábamos la idea de vivir a merced del radio primero y de los sonidos del desierto después.

Llegamos a los límites del lado oeste del parque en la tarde. La visión del primer valle fue impresionante. Los colores del desierto pueden ser sutiles comparados con los de otros climas, pero son fabulosos. De ahi pal real, la tendencia fue hacia abajo, hasta llegar al nivel del mar. Después de pagar la cuota de visita y recabar mapas e información en Stovepipe Wells, inmediatamente nos topamos con un moton de coches estacionados junto a un gran conjunto de dunas. En dos minutos ya estábamos corriendo hacia las montañas de arena finísima. Yo trepé varias dunas, pero eventualmente me cansé y decidí esperar a que los muchachos exploraran y me vinieran a contar. Me sorpendió la cantidad de arena que vuela cuando sopla el viento. Es claro que asi se forman las dunas, pero pensé que el proceso era menos perceptible. Nos tocó una luz maravillosa al atardecer, era imposible no tomar fotos a donde voltearas. Mi cámara sobrevivió todo el paseo, pero la visita a las dunas la dejó en mal estado. Acabo de comprar una nueva (misma familia), asi que estas fotos son un homenaje de despedida. Aprovecho para agradecer los servicios prestados, aguantó vara.

Con arena en todo nuestro ser, procedimos a dejar el parque por el lado este para buscar el pueblito que nos iba a dar hospedaje por dos noches. Beatty, Nevada, es un lugar minúsculo y dejado de la mano del señor. La gente es amigable, eso sí, pero no deja uno de preguntarse a quién carajos se le ocurrio asentarse ahi en primer lugar y por qué. Nuestro hotel tenía una estética completamente enfocada en asuntos nucleares y de extraterrestres. Optamos por no decir nunca que éramos astrónomos. Todo mundo nos dijo que había tres lugares para comer, el de los sandwiches, el bar con fritangas y el restaurant "fresa" del casino. Acabamos cenando las dos noches ahi. El casino muy desangelado, por cierto, pero Nairn igual se las ingenió para ganar 140 dólares.

El sábado fue el único día que tuvimos completo en el parque. Aprovechamos para visitar la parte sur, que contiene las tierras bajas. Paramos primero en una vieja mina de bórax, que sólo operó por cinco años en el siglo XIX. Con el clima de ese lugar, y en esas épocas, me asombra que haya durado los cinco años. Continuamos la cuesta abajo hacia el centro de visitantes, donde me sorprendió mucho no ver postales y me causó gracia ver peluches de escorpiones... no tanta gracia como para adquirir uno, ciertamente. La siguiente parada fue el llamado Artists Drive, que supongo que se llama asi por los colores de las formaciones rocosas. La verdad sí es muy impresionante ver tal variedad de colores de la tierra en tan poco espacio. Sigo sin entender cómo los minerales se pueden concentrar en porciones tan pequeñas y desperdigadas. Hicimos una pequeña caminata para investigar los colores de cerca. No averiguamos nada, por supuesto, pero una vez más quedamos impresionados con el paisaje.

Siguiendo con la bajada, nos tocó la primera parada en un salar. Se trató del Devils Golf Course, que se supone que se llama asi porque sólo el diablo podría jugar golf ahi, pero también porque las formaciones de sal a veces parecen pelotas de golf, según esto. Se trata de protuberancias salinas, llenas de piquitos, que lo hacen a uno caminar con mucho cuidado, porque en cualquier descuido puede acabar uno muy dañado. La extensión de las formaciones no es muy grande, pero dado lo complicado que es caminar en ellas, nadie avanza muy lejos del estacionamiento. Interrumpimos el descenso para visitar un pequeño cañón en el que hay un arco natural y otras formaciones rocosas interesantes. A esas alturas, verdaderamente valía la pena caminar por la sombrita. El sol estaba pegando duro. A proveché la pausa para hacerle la plática a una pareja de alemanes mayores y ver si todavía me acordaba de algo. Me dio risa que en cuanto les dije que vivía en Munich y que era mexicana, me preguntaron que si daba clases de español.

La siguiente parada fue por fin el famoso punto más bajo del contiente americano. El lugar se llama Badwater Basin, es un salar gigantesco a 85 metros bajo el nivel del mar. Se les ocurrió poner un letrero marcando el nivel del mar, y claro, el único lugar donde fijarlo es en lo alto de un cerro. Éste es el punto donde se alcanzan esas temperaturas infernales que hacen famoso al parque. El record histórico es de 57 grados, pero un verano cualquiera llega tranquilamente a 45. Yo calculo que a nosotros nos tocó alrededor de 30, ¡en marzo!. Nuestra última parada del día fue en Salt Creek, que a pesar de lo árido es un absoluto oasis. El arroyo tiene bastante agua, pececitos nadando y muchas plantas alrededor. Hasta unas huellas de (lo que suponemos es) un coyote nos tocó ver.

En nuestro último día decidimos hacer una visita antes de entrar al parque. Justo afuera hay un pueblo fantasma llamado Rhyolite, que la verdad no tiene mucho chiste, unas cuantas ruinas desperdigadas. Lo más divertido fue toparnos con una exposición artística (sin ninguna información), que nos dió para varias fotos chacoteras. La pieza más extraña era una megaestatua hecha de ladrillos que parecían piezas de lego, una rubia hincada mostrando sus encantos. Nadie se atrevió a adivinar que demonios haría ahi. La otra pieza entretenida fue un colorido sillón hecho de mosaicos en el que casi cabíamos los cinco. Nos tomamos varias fotos ahi a pesar de que estaba incomodísimo.

Nuestro destino principal para ese día fue el crater Ubehebe, que al parecer se formó por una explosión de vapor acumulado, no por lava. Se trata de un agujero de dimesiones respetables al que yo no me animaba a bajar porque desde el principio pensé que la subida iba a estar perra. Los demás se lanzaron como niños en la feria, asi que no me quedó más remedio que seguirlos. Los colores rojizos en el fondo del crater valieron la pena, pero de todas maneras yo decidí comenzar a trepar antes que los otros porque si no ya me veia siendo abandonada por falta de paciencia. La subida es un empinado camino de pura grava, de esa en la que das un paso y retrocedes medio. Suménle la temperatura, la sequedad, la edad y condición de la cronista para que se imaginen el calvario que eso fue. Por poco y muero. Al menos me consuela que los demás también quedaron en mal estado y son mucho más atléticos que yo.

Despedimos el parque tomándole fotos de lejitos a las dunas y separándonos de Karen y Wilbert, que volvieron por otra ruta. En éste punto voy a aclarar que Nairn manejó TODO el tiempo. Yo no podía manejar por no ser empleada de su instituto, pero Strawbs sí podía y se ofreció a hacerlo varias veces. Nunca había visto a alguien manejar tanto. Mis respetos. Ya entrada en gastos, aprovecho para agradecerle a Nairn las muchas atenciones que me prodigó duarnte las tres semanas que estuve alla. Me consintió mucho. ¡Gracias!.

4 comentarios:

Julia dijo...

OK, that sounds SO cool, albeit quite sandy. I've never been to that park; I'll have to go someday.

Verde dijo...

Wow, que envidia!!!!!!

Antonio Noyola dijo...

Yo había leído acerca de las asfixiantes temperaturas del valle, y hace poco vi un documental que lo incluía como uno de los lugares más peligrosos del planeta, pero no podía imaginarme la variedad y belleza del sitio. Un beso.

Poc dijo...

Gracias web por permitirnos leer crónicas como ésta. Más...