Hoy me enteré que un amigo de mi familia acaba de fallecer. Hace probablemente 20 años que no lo veia a él o a la mayoría de su familia, pero durante mi infancia pasé mucho tiempo con ellos, asi que no he dejado de pensar en él y en escarbar en el cajón de los recuerdos.
En aquellos años ochentas, Alejandro era socio de mi papá. Compartieron varias oficinas en el DF, aunque él tenía su residencia permanente en el Estado de México, al pie de los volcanes. Me hice amiga de sus hijos, particularmente de sus dos hijas menores, que son de mi rodada. Hice muchas visitas a su casa, a veces con mis papás, a veces yo sola. Para mi era una especie de mundo paralelo en el que todo era diferente a lo que conocía. Creo que Alejandro había pasado tiempo en Japón y practicaba meditación zen. Tenía un hermoso jardín japonés lleno de bonsais que el mismo hacía. Gracias a él probé pr primera vez el sashimi y utilicé una extraña tina que llamaban ofuro (si mal no recuerdo). Me queda claro que el gran interés que tengo ahora por la cultura japonesa comenzó por culpa de él.
Otra vena de la familia era la que gustaba de asuntos prehispánicos. La más intensa y casi única interacción que he tenido con perros xoloescuincles fue también en su casa, tenían dos. Aprendí a tocar (sacarle sonido pues) a un caracol marino porque él me enseñó. Si pienso en concheros, copal, o leyendas aztecas, irremediablemente vuelvo a ese tiempo. Recuerdo con particular gozo las muchas veces que acampamos y paseamos por las faldas del Iztacihuatl. Alejandro siempre la hacía de guia en esas demandantes caminatas cuesta arriba, con unos paisajes fantásticos. Entre lo más impresionante que lo vi hacer fue bañarse como si nada en esos rios de agua recien deshielada en los que yo apenas metí más que un dedo. Otro gran grupo de recuerdos se ubica en la playa de Guerrero a la que fuimos varias veces a acampar... ahi el sashimi que preparaba era lo más fresco que podía ser. Sus poses de yoga (otra novedad para mi) se veían espectaculares sobre la arena, con el sol de la tarde.
Me doy cuenta de que lo estoy haciendo sonar muy solemne y debo aclarar que no es el caso, era una persona divertidísima. Todo lo que recuerdo está rociado de risas y sentido del humor. En aquel momento no lo entendí asi, pero ahora descubro que él introdujo en mi cerebro el concepto de una vida alternativa. Agradezco todas las enseñanzas.
Mi corazón está hoy con su familia. La distancia me impide darles el abrazo que querría darles, asi que les dejo mis buenos recuerdos. Descanse en paz Don Alejandro.
3 comentarios:
Me entero por ti, cuanto lo siento. Tendrás que recordar también aquel bautizo en el río con Alejandro como chamán, asistido por Esperanza y los gritos campesinos de Montejano, en su falso lenguaje campirano. Echada la agüita sobre algunos niños –sospecho que tú eras una de ellos-, Alejandro tocó el caracol tres veces. Nunca supe si era una parodia o era en serio.
¡Claro que me acuerdo!... y no, yo no fui una de ellos, tenía suficiente edad como para escurrirme. A mi pobre hermano sí lo pescaron, Alejandro fue su padrino asignado.
De hecho, te negaste rotundamente a ser bautizada. Julio, pequeño e indefenso, no pudo escapar.
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