Creo en el derecho a la manifestación. Por supuesto que la gente tiene que quejarse cuando es objeto de abusos. La izquierda en México ha peleado y conquistado éste derecho por muchos años y por eso, les estoy agradecida. Una vez dicho lo cual, también creo en la libertad de expresión, creo que cuando un grupo comete abusos se tiene que denunciar con todas sus letras, vengan de donde vengan. Hoy lei un artículo de Federico Reyes Heroles con el que me identifico plenamente. Hay que llamar a las cosas por su nombre, si alguien esta planeando un golpe de estado hay que llamarlo como tal. Dado que el acceso a dicho artículo requiere suscripción al Reforma, lo voy a copiar íntegro en este espacio para el que quiera leerlo.
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Federico Reyes Heroles
Golpistas 'light'
La lucha contra la violencia no es negociable. No hay violencia buena y mala. No puede distinguirse entre violencia oportuna e inoportuna. No hay violencia justificada e injustificada. Tampoco hay violencia pesada y ligera. Violencia es violencia. Punto. No se puede invocar a Gandhi y a Stalin a la vez. O se está de un lado o del otro. Es una cuestión básica, de principios. No se puede declarar que el diálogo es la única moneda de cambio y considerar el puñetazo como instrumento de trabajo. Todo indica que el próximo viernes veremos un acto violento. El PRD, en lo que podría ser uno de sus errores históricos más graves, ha decidido "impedir" la toma de posesión de Calderón. Para ello recurrirán a la violencia. Al final de la mortaja se lee: el PRD nunca canceló la vía violenta como instrumento de lucha.
La elección del 2006 puso a prueba al sistema electoral mexicano. Salió el resultado más difícil de digerir: una victoria del partido gobernante por un muy bajo porcentaje. Ésa es la realidad. La opinión pública está muy clara: condena la siempre inoportuna intervención del presidente Fox. Pero la gran mayoría considera a Calderón legítimo, 75 por ciento. Sobre ese territorio se erige el PRD en juez último y decide interponerse en la unción final que, por cierto, es un mandato constitucional. No se trata de manifestar inconformidad que toca a uno de cada cuatro electores. De ser así bastaría con no asistir a la ceremonia o simplemente voltearse de espaldas a la tribuna, escena que sería transmitida urbi et orbi. Eso no basta, el PRD quiere "impedir" que Calderón acceda al poder. La consigna no es seria. Cierta indefinición constitucional garantiza que eso no será así. La ceremonia se llevará al cabo. De alguna manera todos lo intuimos y por ello cedemos al chantaje. Pero el problema es de principios.
El mismo partido que se erige en censor de la violencia intrafamiliar o contrario a cualquier manifestación de violación a los derechos humanos o de la discriminación, de pronto acepta a la violencia como estrategia al más alto nivel. De hecho al impedir la toma de posesión estarían rompiendo la continuidad de la vida constitucional del país. Esa ceremonia de transmisión pacífica del mando en uno de los tres Poderes de la Unión es pieza central de la civilidad. La toma de posesión es un acto particularmente importante en un México que hereda la tradición de violencia entre titulares del Ejecutivo. Llegar a ella costó muchas vidas, mucha sangre. Ahora resulta que los progresistas nos reviven la etapa de barbarie. ¡No me gusta el resultado, por ello impido con violencia que ejerzas el poder o por lo menos lo finjo! Ése es el razonamiento implícito.
La pedagogía que se desprende de tal actuación es terrible. Cuando no se está de acuerdo con un hecho jurídico -la decisión del Tribunal Electoral lo es- se vale acudir a la violencia. Pinochet y su grupo se cansaron de Allende -que era el Presidente constitucional- y recurrieron a la violencia. En su escala de valoración salvar a la patria bien valía unos cuantos muertos. Ya con el expediente de la violencia abierto, cada quién se inventa sus justificaciones y eleva la cuota a su antojo. Habrá quien alegue en descargo que se trata de una violencia a la mexicana: gritos, empellones, alguna nariz rota y se acabó. Pero en esa forma de razonar también se otorga licencia para ser violento. Hay así violencia pesada y ligera, "light" para estar a tono con los tiempos.
Es el mismo argumento que utilizan las policías para ser un poco violentos con los detenidos, nada más un poquito de tortura. La versión del esposo que golpea a su mujer para que entre en razón es la misma. El maestro que golpea al alumno para que "entienda" tiene su explicación para ser violento. Por esa vía cada uno encontrará sus justificaciones. En privado muchos defienden a la violencia como una alternativa válida. Lo increíble del caso es que el argumento a favor de la violencia proviene de una institución de interés público como lo es el PRD. Una institución que todos financiamos y que, por lo visto, no ha entendido que parte del pacto esencial de toda vida democrática es cancelar el uso de lo violencia. De cualquier la violencia.
Todo indica que el próximo 1o. de diciembre veremos un intento de golpe de Estado. Lo fallido o exitoso de la maniobra no cambia la intención que expresamente es la de impedir la continuidad republicana. Eso es lo que se busca. El hecho quedará inscrito en la historia política de México, será parte del registro de violencia que incluye la ejercida en contra de ferrocarrileros, médicos, estudiantes, al 68, al 71, la APPO o Ulises Ruiz y demás. Es lo mismo. La segunda fuerza política del país ha decidido ser del bando de Díaz Ordaz. Me imagino que este último personaje tuvo sus justificaciones: defender al país del "comunismo", salvar a la patria o yo qué sé. Lo increíble es que Díaz Ordaz no se reclamaba demócrata y los golpistas "light" de hoy sí.
Hay otra posibilidad, que todo sea una faramalla. De entrada saben que no impedirán que Felipe Calderón sea el próximo Presidente. Que todo sea una absurda puesta en escena producto del vacío de argumentos. Que sea una payasada llevada a la máxima tribuna del país. Que la violencia ligera sea parte de una comedia que el PRD no sabe cómo desmontar porque quieren mantener viva la opción de la política cerril. Que ni siquiera se hayan dado cuenta de que la primera convicción de un verdadero demócrata es cancelarse para sí mismo a la violencia como recurso. Que la verdadera tragedia mexicana comienza por reconocer que estamos ante un grupo de farsantes.
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