Después de un fallido encuentro con unos colegas astrónomos (víctimas de la niebla en el aeropuerto de Ezeiza) decidí caminar por las calle de corrientes sin rumbo fijo. Llegué a la 9 de julio y por primera vez me aventé a cruzar esa enorme vía. Pululando por ahi, me topé con los boletos para ver a Les Luthiers, y salí feliz a matar el tiempo mientars me daba hambre. Fui a dar a unos changarros de música que me hicieron babear, pero sólo compré un disco, pretendo atascarme cuando vuelva. Me metí a cenar a un changarro de carnes y me tumbé media vaca como demanda una estancia en Argentina. Pedí una copa de vino para acompañar la media vaca y resulta que las copas no son de 250 ml, sino de 375 ml... sale uno harto sonriente de esos restaurantes.
Llegué al teatro rodeada de gente de todas edades y estilos. Familias enteras, parejas jovencitas, parejas de mediana edad, todos felices sabiendo lo que nos esperaba. El show se llama "La entrega de los premios Mastropiero". Hay dos maestros de ceremonia y varios números musicales que pertenecen a 'las películas'. A pesar del jet-lag que me cargaba, me divertí como enano. Sobre todo porque gracias a los binoculares que me agencié a la entrada podía ver dos tres los gestos de los tipos, son geniales. Para mi fortuna, al final tocaron una pieza fuera de programa en la que utilizaron muchos de los instrumentos bizarros, los violines de lata, las trompetas de embudo y otros. Salí de ahi en estado catatónico por el cansancio, pero con una gran sonrisa.
El siguiente día comenzó en San Telmo. Ahora iba armada de mi ipod, con el playlist que intitulé (en un ataque de inspiración) "Buenos Aires". Ya saben, Soda, Cadillacs, Babasónicos, Cerati, Calamaro, etc... Todo el tiempo que anduve caminando estaba yo casi en trance con tantas esquinas, nombres e imágenes que me remitían a sonidos o lecturas específicas. Nunca había sentido tal afinidad con una ciudad. Sin ser el lugar más bonito que he visitado, sí ha sido uno de los más emocionantes. En San Telmo caminé sin rumbo fijo, es como un mini centro de Tlalpan con muchas tiendas de antigüedades. Comí lunch ahi y una vez más salí muy contenta después de mi mega copa de vino.
Caminé hasta la plaza de mayo, que estaba llena de gente pero la calle estaba sospechosamente vacía. Dos minutos depsués de que llegué yo ahi, apareció una concurrida procesión celebrando Corpus Christi (con una virgen, cosa que me confundió). Lo más bizarro fue que en los altavoces de la plaza estaban transmitiendo un choro religioso, que al final se tornó extremadamente político "te damos gracias señor por la democracia de nuestra nacion, oramos para que ayudes a aquellos que son víctimas de la desigualdad..." y cosas por el estilo. Para los crecidos en la patria de don Benito suena rarísimo oir esas palabras juntas en una plaza pública. Agarré a la casa rosada justo al atardecer, entonces casi brillaba. Yo siempre pensé que el nombre venía por estar hecha de cantera rosada o algo asi, nunca se me ocurrió que la hubieran pintado de rosa a propósito.
De ahi me fui a Puerto Madero, que también se veia divino en el atardecer. Me topé con un museo naval que es un viejo barco de la armada, muy entretenido. Ahi ya estaba cerca del puente de Calatrava (luego pongo fotos) al cual fotografié de unos 50 ángulos distintos. Retorné a mi hotel agotada. Por fin contacté a mis conocidos y logramos hacer planes para la noche. Fuimos a cenar a un restaurant hindú-argentino donde ellos comieron hindú y yo me tumbé otra media vaca. Después caminamos a una milonga que les recomendó algún local. Gozamos viendo bailar a parejas de varias edades, pero sobre todo mayores. Era como un mini Riviera en versión tango, populachoso pero de gente dedicada. Entre más tango veo, menos le entiendo, me cae que ese baile si requiere muuuchas horas de estudio para agarrarle el modo, es altamente contraintuitivo. Volví a colapsarme por ahi de las 3 de la mañana, asi cualquiera se repone del jet-lag en dos patadas.
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