Vengo de ver Taking Woodstock (muy simpática, la recomiendo). Hubo una escena que me recordó un momento muy feliz de mi juventud remota (no re-mota, que conste), que he decidido compartirles aca.
Cuando era una pequeña alfabetizadora en un pequeño pueblo de Tlaxcala, un raro placer que teníamos era ser invitados a comer por alguno de nuestros alumnos. Había una señora en particular que cocinaba fabulosamente y vivía en lo más alto del pueblo (el pueblo estaba en la ladera de un cerro). Después de que salimos de su casa, descubrimos que había un enorme charco de lodo fuera. Tratamos de cruzarlo con mucho cuidado pero un par de nosotros sucumbieron ante lo resbaladizo y azotaron. Otro fue a ayudarles y acabó en las mismas. Eventualmente todos (éramos 5 ó 6) sucumbimos ante el lodazal y acabamos bajando hacia el lugar donde vivíamos como viles marranitos, retozando de lo lindo. Llegamos a nuestro destino perfectamente enlodados, de pies a cabeza (cara incluida), y tuvimos que solicitar un permiso especial para bañarnos (el baño, como todo, era racionado). Recuerdo haber tenido que lavar mis jeans tres o cuatro veces para que se les quitara más o menos la tierra.
Segúramente hacía algo de frío, y segúramente fue incomodísimo quitarme todo ese lodo de encima, pero lo que yo recuerdo es una cantidad enorme de carcajadas y una diversión sin fin. Pocas veces me he sentido tan liberada y feliz de parecer un animalito del campo.
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