Con un retraso de medio mes, por fin puedo comenzar a platicarles sobre mis recientes andanzas en destinos exóticos. Disculpas.
Mi llegada a Tokio fue muy amable y sencilla debido a la generosa hospitalidad de Oscar, mi primo político. Me explicó con todo detalle como desplazarme de el aeropuerto de Narita hasta Yokohama, donde está su departamento. Dado el jet-lag que me cargaba, optamos por quedarnos ahi ese día y cenar en un restaurant local. Fui muy feliz con la comida, pero tengo la intención de hacer un post especial sobre eso, asi que no les cuento más.
Yo tenía grandes planes para el día siguiente, pero mi cuerpo opinó otra cosa y me obligó a quedarme tumbada durante la mañana. Oscar tuvo que trabajar mientras yo estaba tumbada, asi que nos encontramos en la tarde para ir a pasear. Se decidió que comenzara mi impresión de la ciudad por las alturas, desde la torre de Tokio. Platican con orgullo que la torre es 8.6 metros más alta que la torre Eiffel, aunque aparte de la forma, no se le parece en mucho más. Permite una espectacular vista de la ciudad, que como es bien sabido, tiene muuuchas fuentes luminosas. De ahi caminamos hasta las colinas de Roppongi, que contienen una de las zonas hip, con buenas oportunidades de reven (muchos letreros de "abierto toda la noche"). Desafortunadamente, entre la chamba de Oscar y mi jet-lag, no pudimos hacer un uso extensivo de las instalaciones y sólo nos tomamos una discreta chela.
El día siguiente también fue tranquilo. Sospecho que yo todavía traia cargando los restos de lo que sea que me haya dado en Berlín, asi que no pude aprovechar el tiempo como hubiera querido. En el lado positivo, pude platicar largo y tendido con Oscar, que como todos los pilotos que conozco, está lleno de historias entretenidas. Estuvo muy bien eso de descansar porque asi pude operar de mejor manera en mi siguiente parada.
1 comentario:
La tercera foto está increible.
Publicar un comentario