Les recuerdo que el set completo de fotos que acompañan esta crónica se encuentra aqui.
En mi segundo fin de semana en Tokio anduve sola porque Oscar andaba volando por otros lugares. Me tuve que poner valiente con el sistema de transporte y logré "domar" el mapa de metro (que hace al de Londres ver como juego de niños).
Primero agarré camino hacia Akasuka, cuyo atractivo es un enorme templo rodeado de un enorme mercado que no disimula ser una trampa de turistas. Desafortunadamente el templo estaba en reparación, asi que no pude ver el exterior, pero los alrededores resultaron simpáticos. Desde ahi parte un bote que lo leva a uno en un recorrido por el río Sumida, que desemboca en la bahía de Tokio. Es una buena manera de ver los edificios de la ciudad, asi como los muchos puentes que hay en el río.
Una vez que el bote me depositó en la bahía, decidí ir a Ginza a buscar un par de tiendas... y vaya que las encontré. Pasé un par de horas entre un lugar maravilloso llamado Ginza hands y la nave nodriza de mi adorada tienda Muji (una de mis favoritas en Munich). La primera es una tienda enorme donde venden los artículos más encantadores de papelería, cocina, viaje, y ferretería. La segunda es una maravilla que vende las cosas más prácticas del universo. La versión de la tienda en Tokio es 10 veces más grande que las europeas. Realmente hice un esfuerzo sobrehumano por no atascarme, y logré cumplir mi promesa de comprar sólo cosas útiles o comestibles.
A punto de desfallecer de hambre y cansancio, me dirigí tambaleandome a buscar un restaurante. Todo estaba atascado con gente trajeada, que cláramente estaba disfrutando de un viernes después de la oficina. A lo lejos vi un callejón al lado de las vías del tren que despedía humo y mis instintos me llevaron directamente a lo equivalente de una fila de taquerías callejeras en México. Se trataba de una gran concentración de changarritos diminutos que vendían brochetas asadas o tempura. Intenté encontrar UN asiento en varios de ellos y la cosa no prometía, hasta que me asomé tras unas cortinillas y encontré un lugar libre en un restaurant de tempura. Pedí el combo más grande y una cerveza. La gente sentada cerca (muy cerca) eran todos locales y llevaban ya rato chupando. De repente un ñor me dice "Excuse me, your country?". Cuando les dije que era mexicana, les causó mucha gracia, y después de discutir entre ellos un rato, me dicen "Ah, Mexico, amigo, amigo". Procedieron a invitarme de su chupe, que consistía en una botella enorme de un aguardiente de arroz que mezclan con agua y hielo. Me dieron un vasote. Otro ñor y un chavo empezaron a preguntarme que qué hacía yo ahi, con una mínima cantidad de inglés. El señor me dice "Are you single?", y cuando le enseñé mi anillo contestó "Oh, you are double!". Estaba yo de lo más entretenida cuando se nos unió un inglés muy simpático y entonces nos siguieron preguntando cosas a los dos. Eventualmente se unió a la plática la señora que atendía el changarro y les dijo a los tipos que por favor me dijeran que yo era muy bonita "Number one here". Con esa increible buena vibra hacia los extraños, lograron que me enamorara de esa ciudad y su gente. Debido a que no quería arriesgarme a tomar el último tren de vuelta a Yokohama tuve que partir antes de que lograran emborracharme completamente. Se despidieron efusivamente y lo que más me sorprendió fue que la señora decidió darme un caluroso abrazo cuando le extendí la mano. Y luego dicen que los japoneses son fríos.
El día siguiente decidí visitar el palacio imperial, del que no vi absolutamente nada porque sólo se pueden visitar los jardines y lo demás está protegido a piedra y lodo. Los jardines son bastante grandes y algunas partes son realmente estilizadas. Algunas secciones están tapizadas por unos arbustos con flores rosas que acaban haciendo un fotogénico mar de color, muy bonito. Después opté por visitar el cercano museo de arte moderno, que me dió una buena idea sobre la plástica japonesa desde principios del siglo XX. Interesante, y sobre todo novedoso.
Caminé desde ahi hasta Ginza porque tenía el pendiente de visitar el edificio de SONY. Yo me esperaba algo gigantesco y una vez más me equivoqué. Lo que tienen son unas serie de pequeñas galerías muy fresas que muestran artículos novedosos de todo tipo, audio, video, y videojuegos. Por supuesto tienen una tienda, y por supuesto que aproveché para comprarme unos audífonos nuevos que cancelan el ruido externo. Estoy encantada con ellos, por cierto. No pude dejar pasar la oportunidad de volver al callejón del día anterior para probar un par de brochetas.
Mi última parada en Tokio fue en Shibuya, que es el barrio megaluminoso y "joven", es a donde van los que se visten y se peinan raro (lolitas y demás). Digamos que ese es el Tokio que uno se imagina por las películas, y no es de extrañar porque todas las películas van al crucero más famoso. Es alucinante la cantidad de letreros luminosos que hay en una extensión de cuadras y cuadras. Me hubiera gustado tomarle fotos a la gente, porque en efecto se ven varios estilazos, pero no me atreví a acosar a extraños. Terminé mi noche en un bar de sushi, pero como era más de corte fresa, nadie me hizo la plática como el día anterior.
Asi cerré mi breve e intensa visita al país del sol naciente, que por si no sabían, era un sueño largamente acariciado por mi. En efecto el lugar es como otro planeta, especialmente raro, pero al mismo tiempo resulta muy amable y relativamente sencillo de explorar. Quedé muy complacida.
Torre en Akasuka
La flama de Tokio
Mi tienda adorada
Los que me emborracharon
Los que me hicieron doble, más el inglés
Jardines del palacio
Afuerita del palacio
Juegos de patchinko
Ginza
Mi callejón alimenticio
Shibuya
2 comentarios:
Oh, Japan is high on the list of places I want to visit! Your visit sounds wonderful. And I never even thought about the shopping in Japan-- I just love Japanese textiles, housewares, etc.
Your story about connecting with the locals at the restaurant reminded me of all those kinds of amazing experiences you have when traveling internationally. So fun...
Rico, muy rico.
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