Hoy terminó el oktoberfest de este año. No moría de ganas de ir, pero por andar paseando gente acabé llendo dos veces. Eso sí, aprendí bien mi lección del año pasado y esta vez tome con moderación, asi que no tuve que sufrir las consecuencias al día siguiente.
La primera vez fui con David, un colega de Austin que andaba aca de visita. Fuimos con la visita organizada por el instituto, lo cual es agradable porque garantiza que conoces a dos o tres personas y el paquete sale mucho más barato que irse por la libre. La pasamos bien, salvo porque en algún momento estábamos completamente rodeados por italianos y me atosigaron. En esta ocasión me tocó presenciar un ejemplo supremo de la borrachez extrema: vi a un tipo guacarear mientras caminaba, ¡ni siquiera se detuvo un segundo!
la segunda vez fui con mi amiga Jenny, que logró meternos a una tienda porque tenía un conocido ahi. Por un rato estuvo "bien", digamos que normal, pero en cuanto la concentración de alcohol de los hombres de alrededor llegó a un cierto nivel, la cosa se puso insoportable. La cantidad de hombres que antes de preguntar quien eres ya te abrazaron es enorme. Salimos por patas, pero desafortunadamente los amigos de Jenny nos siguieron. Dos eran borrachos amables, pero los otros dos eran absolutamente insoportables. Jenny se aventó una actuación digna del oscar que logró que nos deshicieramos de ellos, y pudimos disfrutar un rato más por nuestra cuenta, pero aun asi hubo que esquivar a hordas de hombres borrachos en ruta de colisión con nosotras.
En ambas ocasiones me sucedió que unos minutos después de entrar a la tienda, sentí una necesidad urgente de tomar cerveza, y no es que fuera antojo o alcoholismo, es que el ambiente en las tiendas es tan atosigante, ruidoso, ahumado y demas, que solo con una chela encima se aguanta. Creo que a menos que venga un visitante muy ilustre en esa época, voy a tratar de evitarlo el año que viene.
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