Una de las ventajas de visitar una gran capital europea es que hay buenas posibilidades de ver a amigos variados. En esta ocasión me dio mucho gusto poder encontrarme con Ayari, a la que no veía hace muchos años (creo que desde que nos vimos en el estadio cuando los pumas fueron campeones por primera vez en la década). Aprovechamos la tarde para chismear, caminar por Hyde Park, chismear, caminar por Notting Hill, chismear, y comer tacos dos tres decentes. Muy a gusto.
Al día siguiente, Acely me acompañó a visitar la galería Tate Britain, no sin antes desviarnos para fotografiar una gran portada del rock británico por ahi cerca. La colección implica un ilustrativo repaso histórico de el arte inglés hasta el siglo XIX. Entre las cosas que más disfruté estuvieron: varios retratos que John Singer Sargent pintó durante sus estadía en Inglaterra, los maravillosos colores usados por Sir John Everett Millais, asi como la enorme y fabulosa colección de J M W Turner. Redondeamos el día en West End comiendo sushi y viendo una película sueca de vampiros (Let the right one in, buena), con lo cual logré un nuevo record personal de ver dos películas suecas en cinco días. Le dimos una repasadita a Pcadilly Circus y Soho antes de volver a la casa.
Eventualmente tuve que enfrentar mis responsabilidades, asi que me pasé buena parte de un día visitando museos y ciudad yo solita. Comencé por la National Gallery. Si uno ya visitó otros museos importantes de arte europeo, la galería no contiene muchas novedades, pero eso no quita que la colección sea muy importante y muy placentera para visitar. Contiene varias pinturas emblemáticas flamencas, italianas, alemanas y demás, entre las que resalta (en mi humilde opinión) la Venus con espejo de Velázquez y otros varios Turners, que nunca me cansaré de ver. Caminé por la rivera sur del río hasta alcanzar la Tate Modern, cuyo edificio realmente vale la pena visitar, pero cuya colección me desilusionó un poco. No es el equivalente del siglo XX de la Tate Britain. Es un hecho que tiene una buena colección de arte moderno, hasta ecléctica diría yo (incluye Riveras, Siqueiros y Tamayos, por ejemplo), pero la museografía hace algo difícil disfrutar las obras. No hay una organización cronológica ni estilística, o si la hay, no queda clara para nada. Entre otras cosas yo pensé que me iba a dar una buena empapada de Bacon, y sólo encontré un par de cuadros suyos.
Crucé el wobbly bridge (puente bamboleante) hacia la catedral de Saint Paul para luego adentrarme en las entrañas del metro, que por cierto todo el tiempo me hizo sentirme como un hurón en un complejo de tubos conectados. Es un sistema dos tres claustrofóbico al que el nombre de tube le queda mandado a hacer. Me encontré con el Verde para cenar en un rico restaurant thai (¿se nota que extraño la comida asiática?) en el que desquité toda la caminada del día. Completé asi otra jornada redonda en esa gran ciudad.
Inenarrable monumento que le construyó Victoria a Albert
Con Ayari en Hyde Park
Acely y yo junto cerca del sitio de la célebre portada
Picadilly Circus
National Gallery
Trafalgar Square
Una de las muchas vistas fabulosas del río
Tate Modern
Wobbly bridge y Saint Paul's
30.6.09
27.6.09
Knole
Me enteré de la existencia de Knole, no por ser la casa que inspiró Orlando de Virginia Woolf, sino por haber leido parte de la fascinante historia de Vita Sackville West, que mi padre resume muy bien aqui. Vita pasó su infancia en éste castillo, que ha sido habitado por su familia desde hace siglos. Cuando Acely propuso hacer una visita al lugar, me apunté de inmediato.
El lugar lo construyo en el siglo XVI el arzobispo de Canterburry, nombrado por Enrique VIII. Le quedó tan agradable, que el rey decidió que le gustaba para regalo y se lo quedó para si mismo. En el siglo XVII Knole pasó a formar parte de las propiedades del primer Conde (Earl) de Dorset, que era un Sackville. Después de seis condes el título se tranformó en el de Duque, de los cuales hubo cuatro. De ahi para adelante quedaron puros Señores (Lords), todos Sackvilles, que siguen viviendo ahi hasta el día de hoy. La parte del castillo que uno puede visitar contiene pinturas, muebles y objetos variados que la dinastía acumuló durante los siglos. En la entrada se puede admirar el manuscrito original (a mano) de Orlando.
Los terrenos alrededor del castillo son enooormes, campiña inglesa sobre colinas hasta donde alcanza la vista. En un solo paseo, uno puede tener una lección de historia y un agradable día de campo (que por supuesto tuvimos). Entre los mayores atractivos del exterior, se cuentan los venados que pululan como Pedro por su casa. Al principio me emocioné mucho de ver uno, luego tres, ¡luego cinco!. Hacia el final, nos topamos con un grupo de decenas, todos muy amigables y poco preocupados por la presencia de los visitantes humanos. Dado lo fácil que es tomar un tren hacia alla desde Londres, me sorprende que no hubiera más visitantes en un día tan bonito como el que nos tocó.
El castillo
La campiña
El punto para nuestro picnic
La entrada
Se puso de pechito pa' la foto
Pequeño jardín interior
Venado amigable (encimoso de hecho)
Un español irresponsable que por poco y le da ¡queso! al venado
Venados despreocupados
El lugar lo construyo en el siglo XVI el arzobispo de Canterburry, nombrado por Enrique VIII. Le quedó tan agradable, que el rey decidió que le gustaba para regalo y se lo quedó para si mismo. En el siglo XVII Knole pasó a formar parte de las propiedades del primer Conde (Earl) de Dorset, que era un Sackville. Después de seis condes el título se tranformó en el de Duque, de los cuales hubo cuatro. De ahi para adelante quedaron puros Señores (Lords), todos Sackvilles, que siguen viviendo ahi hasta el día de hoy. La parte del castillo que uno puede visitar contiene pinturas, muebles y objetos variados que la dinastía acumuló durante los siglos. En la entrada se puede admirar el manuscrito original (a mano) de Orlando.
Los terrenos alrededor del castillo son enooormes, campiña inglesa sobre colinas hasta donde alcanza la vista. En un solo paseo, uno puede tener una lección de historia y un agradable día de campo (que por supuesto tuvimos). Entre los mayores atractivos del exterior, se cuentan los venados que pululan como Pedro por su casa. Al principio me emocioné mucho de ver uno, luego tres, ¡luego cinco!. Hacia el final, nos topamos con un grupo de decenas, todos muy amigables y poco preocupados por la presencia de los visitantes humanos. Dado lo fácil que es tomar un tren hacia alla desde Londres, me sorprende que no hubiera más visitantes en un día tan bonito como el que nos tocó.
El castillo
La campiña
El punto para nuestro picnic
La entrada
Se puso de pechito pa' la foto
Pequeño jardín interior
Venado amigable (encimoso de hecho)
Un español irresponsable que por poco y le da ¡queso! al venado
Venados despreocupados
26.6.09
London baby!
Sólo había estado una vez en Londres, para la boda de mi querida Acely. Aquel viaje fue muy lindo y emotivo, pero obviamente no alcancé a visitar gran cosa en la ciudad. Usando a Depeche Mode de pretexto (que se cebó porque el concierto fue pospuesto) éste fue el viaje del desquite. Le di un uso muy eficiente a mi tiempo ahi, entre otras cosas gracias al régimen turístico-militar de mi querida amiga, que siendo honestos, vale toda la pena, sólo asi se aprovecha bien el tiempo.
Arrancamos el paseo yendo a Camden, que es como un chopo glorificado, o el ombligo del mundo para todos los punketos, darketos, raveros y demás tribus urbanas. Miles de tiendas y puestos con ropa y chunches estilizadas, y claro, decenas de representantes de las tribus de marras. Desafortunadamente no pude tomar muchas fotos de la fauna local (por temor a que se pasaran a molestar sobre todo). Entre los lugares dignos de mención está una tienda gigantesca, toda iluminada con luz negra, llena de ropa y accesorios fosforilocos, y con una colección excelente de ropa de los supersónicos. Si viviera ahi, me iría a surtir para halloween.
Proseguimos el camino para llegar por la parte alta de Regents Park, que es bastante extenso y tiene muchos tipos distintos de jardines. Dado que le día estaba esplendoroso, el parque estaba bastante lleno de visitanhtes variados, hasta una boda nos tocó ver. Van a decir que que simple, pero me causó muchísima gracia ver una cascarita de cricket (capaz que era una liga llanera), en efecto es popular el juego.
Al acabar con el parque nos encontramos con Alejandro y Elisabeth para un sabroso almuerzo griego, y luego pulular por Covent Garden. Logré ver con mis propios ojos el restaurant mexicano llamado wahaca, y todavía no me sobrepongo del nombre. De ahi partimos raudos y veloces hacia Greenwich para encontrarnos con Mark primero y con Amanda después. Amanda tiene una amiga que trabaja en el planetario del observatorio, y que amablemente nos recibió para uan función privada de un video de divulgación en el que Amanda es entrevistada. Hace años que no iba a un planetario y se me había olvidado lo entretenidos que son. Una vez mas me sentí afortunada por pertenecer a la profesión de la astronomía, tenemos montones de cosas bonitas y emocionantes que mostrarle al público en general.
Cerramos el día cenando en un pub local, en el que mi club sandwich dejó bastante que desear, pero donde los postres estaban bastante buenos. Ahi me percaté de que todas las personas sentadas en la mesa ya había compartido una reunión social en Oaxaca (ahora sí bien escrito) hace un par de años: mi boda.
Camden
Tienda fosforiloca
Mi amiguita y yo
Recién llegadas a Regents ParkLa cascarita de cricket
Muchas, muchas rosas
La parte baja del parque
Un pie en cada meridiano
La banda antes del planetario
En el planetario
Atardecer en Greenwich
Arrancamos el paseo yendo a Camden, que es como un chopo glorificado, o el ombligo del mundo para todos los punketos, darketos, raveros y demás tribus urbanas. Miles de tiendas y puestos con ropa y chunches estilizadas, y claro, decenas de representantes de las tribus de marras. Desafortunadamente no pude tomar muchas fotos de la fauna local (por temor a que se pasaran a molestar sobre todo). Entre los lugares dignos de mención está una tienda gigantesca, toda iluminada con luz negra, llena de ropa y accesorios fosforilocos, y con una colección excelente de ropa de los supersónicos. Si viviera ahi, me iría a surtir para halloween.
Proseguimos el camino para llegar por la parte alta de Regents Park, que es bastante extenso y tiene muchos tipos distintos de jardines. Dado que le día estaba esplendoroso, el parque estaba bastante lleno de visitanhtes variados, hasta una boda nos tocó ver. Van a decir que que simple, pero me causó muchísima gracia ver una cascarita de cricket (capaz que era una liga llanera), en efecto es popular el juego.
Al acabar con el parque nos encontramos con Alejandro y Elisabeth para un sabroso almuerzo griego, y luego pulular por Covent Garden. Logré ver con mis propios ojos el restaurant mexicano llamado wahaca, y todavía no me sobrepongo del nombre. De ahi partimos raudos y veloces hacia Greenwich para encontrarnos con Mark primero y con Amanda después. Amanda tiene una amiga que trabaja en el planetario del observatorio, y que amablemente nos recibió para uan función privada de un video de divulgación en el que Amanda es entrevistada. Hace años que no iba a un planetario y se me había olvidado lo entretenidos que son. Una vez mas me sentí afortunada por pertenecer a la profesión de la astronomía, tenemos montones de cosas bonitas y emocionantes que mostrarle al público en general.
Cerramos el día cenando en un pub local, en el que mi club sandwich dejó bastante que desear, pero donde los postres estaban bastante buenos. Ahi me percaté de que todas las personas sentadas en la mesa ya había compartido una reunión social en Oaxaca (ahora sí bien escrito) hace un par de años: mi boda.
Camden
Tienda fosforiloca
Mi amiguita y yo
Recién llegadas a Regents ParkLa cascarita de cricket
Muchas, muchas rosas
La parte baja del parque
Un pie en cada meridiano
La banda antes del planetario
En el planetario
Atardecer en Greenwich
24.6.09
Preston and Nottingham
Tres días después de volver de Japón, volé a Manchester para luego tomar un tren hacia Preston, que es la ciudad donde se aloja la University of Central Lancashire. La razón que me llevó ahi fue dar una plática y conversar con los amables colegas que me invitaron. Ambas actividades fueron realizadas con éxito, razón por la cual terminé mi breve visita celebrando con una guiness. La última vez que había tomado guiness fue hace doce años en Las Vegas para celebrar el concierto de cierta banda irlandesa y no me gustó nadita en ese entonces. He de decir que la versión servida propiamente en un pub inglés sabe mucho mejor que el recuerdo de la versión enlatada de hace años.
De Preston tomé un par de trenes que me llevaron a Nottingham, donde la misión principal era visitar a mi querida Amanda. Amablemente ella se tomó el día siguiente para pasearme por la pintoresca ciudad de Robin Hood. Entre muchas cosas interesantes, hay una pelea entre varios pubs por declarase "el pub más viejo de Inglaterra". Se descalifican unos a otros por tecnicismos como que empezaron como inn y no fueron pubs hasta después, o que no funcionaron de manera continua a través de los siglos. Como sea, los pubs que visité tienen mucha personalidad, y a decir verdad, tienen comida bastante decente, ¿quién iba a pensarlo?.
Por supuesto que hicimos una visita al viejo castillo de Nottingham y a las célebres estatuas que lo rodean. La construcción que existe ahora no es la del castillo original, que al parecer tuvo épocas gloriosas con la realeza, porque éste fue destruido por órdenes del parlamento en el siglo XVII. Un duque construyó un palacio en su lugar, pero una horda de inconformes le prendió fuego en el siglo XIX. La casota que alberga el museo de ahora usó el cascarón del palacio, pero quedan para la exhibición los túneles que se usaron durante siglos para abastecer al palacio y como mecanismo de defensa. Tomamos un tour que nos llevó por dichos túneles y nos escupió practicamente en la puerta del pub... ni modo que no entráramos.
Decidí invitar a cenar a Amanda por su reciente cumpleaños. Fuimos a un restaurant francés y nos dimos una buena atascada. Haciendo elecciones meditadas, uno puede comer muy bien en Inglaterra. Cerramos el día yendo a ver una película sueca muy recomendable llamada en inglés Everlasting Moments. En total la pasé muy a gusto duarnte la breve visita a esa región del Reino Unido.
Guinnes servida sobre licor de red currant (no es la que yo me tomé, por cierto).
Mis amables anfitriones en Preston, Victor y Markus.
El león de Nottingham y la puma mexicana.
Uno de los pubs de la pelea.
Otro de los pubs de la pelea, en el que comimos rico.
Ayudándole a Robin Hood.
En uno de los túneles del castillo.
Donde nos escupieron al final.
De Preston tomé un par de trenes que me llevaron a Nottingham, donde la misión principal era visitar a mi querida Amanda. Amablemente ella se tomó el día siguiente para pasearme por la pintoresca ciudad de Robin Hood. Entre muchas cosas interesantes, hay una pelea entre varios pubs por declarase "el pub más viejo de Inglaterra". Se descalifican unos a otros por tecnicismos como que empezaron como inn y no fueron pubs hasta después, o que no funcionaron de manera continua a través de los siglos. Como sea, los pubs que visité tienen mucha personalidad, y a decir verdad, tienen comida bastante decente, ¿quién iba a pensarlo?.
Por supuesto que hicimos una visita al viejo castillo de Nottingham y a las célebres estatuas que lo rodean. La construcción que existe ahora no es la del castillo original, que al parecer tuvo épocas gloriosas con la realeza, porque éste fue destruido por órdenes del parlamento en el siglo XVII. Un duque construyó un palacio en su lugar, pero una horda de inconformes le prendió fuego en el siglo XIX. La casota que alberga el museo de ahora usó el cascarón del palacio, pero quedan para la exhibición los túneles que se usaron durante siglos para abastecer al palacio y como mecanismo de defensa. Tomamos un tour que nos llevó por dichos túneles y nos escupió practicamente en la puerta del pub... ni modo que no entráramos.
Decidí invitar a cenar a Amanda por su reciente cumpleaños. Fuimos a un restaurant francés y nos dimos una buena atascada. Haciendo elecciones meditadas, uno puede comer muy bien en Inglaterra. Cerramos el día yendo a ver una película sueca muy recomendable llamada en inglés Everlasting Moments. En total la pasé muy a gusto duarnte la breve visita a esa región del Reino Unido.
Guinnes servida sobre licor de red currant (no es la que yo me tomé, por cierto).
Mis amables anfitriones en Preston, Victor y Markus.
El león de Nottingham y la puma mexicana.
Uno de los pubs de la pelea.
Otro de los pubs de la pelea, en el que comimos rico.
Ayudándole a Robin Hood.
En uno de los túneles del castillo.
Donde nos escupieron al final.
16.6.09
Crónicas niponas: comida
Típica escena familiar en los noventas:
Ellos - Eva, ¿a dónde quieres ir a comer para tu cumpleaños?
Yo - Al club japonés
Mi último cumpleaños lo pasé en el Suntory de la ciudad de México. Con esto quiero ilustrar que llevo años enamorada de la comida japonesa, asi que la perspectiva de ir a Japón me ilusionaba especialmente por eso. Es un hecho que la exploración culinaria era una de mis prioridades durante el viaje.
Lo primero que debo decir es que recibí numerosas "felicitaciones" de los locales por saber usar los palillos tan bien, y por no hacer caras con la comida. Es claro que aprecian mucho que la gente esté dispuesta a comer productos autóctonos sin reparos. Otra cosa que hay que decir es que la comida, como el retso de las cosas en Japón, es rarísima. Las texturas, colores y sabores que uno experimenta no se parecen a nada que yo haya experimentado antes.
Hay algo que no entiendo: hay pescado fresco en todo el mundo, yo misma he comido pescado recién salido de la lancha del pescador en México, ¿cómo es que el pescado sabe infinitamente mejor en el archipiélago nipón que en el resto del globo?. Además del pescado, la comida está llena de sabores cláramente diferenciados, un sabor fuerte puede estar muy cerca de un sabor delicado, combinar muy bien, y no mezclarse. Por ejemplo, una sopa tenía tofu, algas y ciruela en un caldo ligero, los cuatro sabores estaban totalmente separados.
Yo aprecio una tradición culinaria de manera especial cuando uno come bien en cualquier nivel, en lo caro y lo barato, en la calle y en la casa, en lo elaborado y lo simple. Una vez que descubrí los triangulos de arroz envueltos en algas con rellenos variados (el sandwich japonés) los comí tooodos los dias de lunch. Era una ruleta divertida pararme en la tienda y escoger uno de los diez sabores sin saber qué me iba a tocar, ¿pescado seco?, ¿cangrejo?, ¿algas?, ¿ciruelas?. El otro hallazgo de minisuper fueron unas bolsitas de pulpa de fruta maravillosas, me aventé al menos dos diarias.
Entre lo más exótico que comí estuvieron camarones crudos, pulpo crudo, erizo, frijoles dulces enteros, nata de tofu y una buena cantidad de sustancias babositas que acompañan casi todo. Uno de los hallazgos más interesantes fue una deliciosa versión marinada de bambú que desafortunadamente sirven en porciones minúsculas. Uno entiende la fabulosa figura que tiene casi todo mundo ahi cuando queda claro que es imposible llenarse con esa sucesión de platillos divinos y diminutos. Nunca me quedé con hambre, pero jamás me sentí llena.
Dos comidas merecen ser mencionadas individualmente: 1) las piezas de nigiri-toro, que es el atún con más grasa (la panza del pescado)... se me sale una lagrimita cuando me acuerdo de ellas, la gloria en forma de pescado; 2) La cena de siete tiempos que cerró la visita a Kioto. Cada platillo era una sorpresa y traía sabores completamente diferentes al anterior, todo perfectamente balanceado (los detalles estean en la página de fotos). De la vista nace el amor.
Esto no es comida real, es de plástico. Sirve como eficiente menú visual para la hora pico del almuerzo (muy útil para turistas provistos de dedo índice)
Primera cena. Oscar se comió lo cocido, yo lo crudo.
Primera cena en Kioto, todos comimos de todo.
Bolitas de arroz chicloso, helado de vainilla, y frijoles dulces.
Nigiri-Toro. La mejor pieza individual de comida que entró en mi boca.
Sasshimi para dar y repartir
La cena del congreso
Mi típico lunch
Ellos - Eva, ¿a dónde quieres ir a comer para tu cumpleaños?
Yo - Al club japonés
Mi último cumpleaños lo pasé en el Suntory de la ciudad de México. Con esto quiero ilustrar que llevo años enamorada de la comida japonesa, asi que la perspectiva de ir a Japón me ilusionaba especialmente por eso. Es un hecho que la exploración culinaria era una de mis prioridades durante el viaje.
Lo primero que debo decir es que recibí numerosas "felicitaciones" de los locales por saber usar los palillos tan bien, y por no hacer caras con la comida. Es claro que aprecian mucho que la gente esté dispuesta a comer productos autóctonos sin reparos. Otra cosa que hay que decir es que la comida, como el retso de las cosas en Japón, es rarísima. Las texturas, colores y sabores que uno experimenta no se parecen a nada que yo haya experimentado antes.
Hay algo que no entiendo: hay pescado fresco en todo el mundo, yo misma he comido pescado recién salido de la lancha del pescador en México, ¿cómo es que el pescado sabe infinitamente mejor en el archipiélago nipón que en el resto del globo?. Además del pescado, la comida está llena de sabores cláramente diferenciados, un sabor fuerte puede estar muy cerca de un sabor delicado, combinar muy bien, y no mezclarse. Por ejemplo, una sopa tenía tofu, algas y ciruela en un caldo ligero, los cuatro sabores estaban totalmente separados.
Yo aprecio una tradición culinaria de manera especial cuando uno come bien en cualquier nivel, en lo caro y lo barato, en la calle y en la casa, en lo elaborado y lo simple. Una vez que descubrí los triangulos de arroz envueltos en algas con rellenos variados (el sandwich japonés) los comí tooodos los dias de lunch. Era una ruleta divertida pararme en la tienda y escoger uno de los diez sabores sin saber qué me iba a tocar, ¿pescado seco?, ¿cangrejo?, ¿algas?, ¿ciruelas?. El otro hallazgo de minisuper fueron unas bolsitas de pulpa de fruta maravillosas, me aventé al menos dos diarias.
Entre lo más exótico que comí estuvieron camarones crudos, pulpo crudo, erizo, frijoles dulces enteros, nata de tofu y una buena cantidad de sustancias babositas que acompañan casi todo. Uno de los hallazgos más interesantes fue una deliciosa versión marinada de bambú que desafortunadamente sirven en porciones minúsculas. Uno entiende la fabulosa figura que tiene casi todo mundo ahi cuando queda claro que es imposible llenarse con esa sucesión de platillos divinos y diminutos. Nunca me quedé con hambre, pero jamás me sentí llena.
Dos comidas merecen ser mencionadas individualmente: 1) las piezas de nigiri-toro, que es el atún con más grasa (la panza del pescado)... se me sale una lagrimita cuando me acuerdo de ellas, la gloria en forma de pescado; 2) La cena de siete tiempos que cerró la visita a Kioto. Cada platillo era una sorpresa y traía sabores completamente diferentes al anterior, todo perfectamente balanceado (los detalles estean en la página de fotos). De la vista nace el amor.
Esto no es comida real, es de plástico. Sirve como eficiente menú visual para la hora pico del almuerzo (muy útil para turistas provistos de dedo índice)
Primera cena. Oscar se comió lo cocido, yo lo crudo.
Primera cena en Kioto, todos comimos de todo.
Bolitas de arroz chicloso, helado de vainilla, y frijoles dulces.
Nigiri-Toro. La mejor pieza individual de comida que entró en mi boca.
Sasshimi para dar y repartir
La cena del congreso
Mi típico lunch
14.6.09
Crónicas niponas: Tokio en serio
Les recuerdo que el set completo de fotos que acompañan esta crónica se encuentra aqui.
En mi segundo fin de semana en Tokio anduve sola porque Oscar andaba volando por otros lugares. Me tuve que poner valiente con el sistema de transporte y logré "domar" el mapa de metro (que hace al de Londres ver como juego de niños).
Primero agarré camino hacia Akasuka, cuyo atractivo es un enorme templo rodeado de un enorme mercado que no disimula ser una trampa de turistas. Desafortunadamente el templo estaba en reparación, asi que no pude ver el exterior, pero los alrededores resultaron simpáticos. Desde ahi parte un bote que lo leva a uno en un recorrido por el río Sumida, que desemboca en la bahía de Tokio. Es una buena manera de ver los edificios de la ciudad, asi como los muchos puentes que hay en el río.
Una vez que el bote me depositó en la bahía, decidí ir a Ginza a buscar un par de tiendas... y vaya que las encontré. Pasé un par de horas entre un lugar maravilloso llamado Ginza hands y la nave nodriza de mi adorada tienda Muji (una de mis favoritas en Munich). La primera es una tienda enorme donde venden los artículos más encantadores de papelería, cocina, viaje, y ferretería. La segunda es una maravilla que vende las cosas más prácticas del universo. La versión de la tienda en Tokio es 10 veces más grande que las europeas. Realmente hice un esfuerzo sobrehumano por no atascarme, y logré cumplir mi promesa de comprar sólo cosas útiles o comestibles.
A punto de desfallecer de hambre y cansancio, me dirigí tambaleandome a buscar un restaurante. Todo estaba atascado con gente trajeada, que cláramente estaba disfrutando de un viernes después de la oficina. A lo lejos vi un callejón al lado de las vías del tren que despedía humo y mis instintos me llevaron directamente a lo equivalente de una fila de taquerías callejeras en México. Se trataba de una gran concentración de changarritos diminutos que vendían brochetas asadas o tempura. Intenté encontrar UN asiento en varios de ellos y la cosa no prometía, hasta que me asomé tras unas cortinillas y encontré un lugar libre en un restaurant de tempura. Pedí el combo más grande y una cerveza. La gente sentada cerca (muy cerca) eran todos locales y llevaban ya rato chupando. De repente un ñor me dice "Excuse me, your country?". Cuando les dije que era mexicana, les causó mucha gracia, y después de discutir entre ellos un rato, me dicen "Ah, Mexico, amigo, amigo". Procedieron a invitarme de su chupe, que consistía en una botella enorme de un aguardiente de arroz que mezclan con agua y hielo. Me dieron un vasote. Otro ñor y un chavo empezaron a preguntarme que qué hacía yo ahi, con una mínima cantidad de inglés. El señor me dice "Are you single?", y cuando le enseñé mi anillo contestó "Oh, you are double!". Estaba yo de lo más entretenida cuando se nos unió un inglés muy simpático y entonces nos siguieron preguntando cosas a los dos. Eventualmente se unió a la plática la señora que atendía el changarro y les dijo a los tipos que por favor me dijeran que yo era muy bonita "Number one here". Con esa increible buena vibra hacia los extraños, lograron que me enamorara de esa ciudad y su gente. Debido a que no quería arriesgarme a tomar el último tren de vuelta a Yokohama tuve que partir antes de que lograran emborracharme completamente. Se despidieron efusivamente y lo que más me sorprendió fue que la señora decidió darme un caluroso abrazo cuando le extendí la mano. Y luego dicen que los japoneses son fríos.
El día siguiente decidí visitar el palacio imperial, del que no vi absolutamente nada porque sólo se pueden visitar los jardines y lo demás está protegido a piedra y lodo. Los jardines son bastante grandes y algunas partes son realmente estilizadas. Algunas secciones están tapizadas por unos arbustos con flores rosas que acaban haciendo un fotogénico mar de color, muy bonito. Después opté por visitar el cercano museo de arte moderno, que me dió una buena idea sobre la plástica japonesa desde principios del siglo XX. Interesante, y sobre todo novedoso.
Caminé desde ahi hasta Ginza porque tenía el pendiente de visitar el edificio de SONY. Yo me esperaba algo gigantesco y una vez más me equivoqué. Lo que tienen son unas serie de pequeñas galerías muy fresas que muestran artículos novedosos de todo tipo, audio, video, y videojuegos. Por supuesto tienen una tienda, y por supuesto que aproveché para comprarme unos audífonos nuevos que cancelan el ruido externo. Estoy encantada con ellos, por cierto. No pude dejar pasar la oportunidad de volver al callejón del día anterior para probar un par de brochetas.
Mi última parada en Tokio fue en Shibuya, que es el barrio megaluminoso y "joven", es a donde van los que se visten y se peinan raro (lolitas y demás). Digamos que ese es el Tokio que uno se imagina por las películas, y no es de extrañar porque todas las películas van al crucero más famoso. Es alucinante la cantidad de letreros luminosos que hay en una extensión de cuadras y cuadras. Me hubiera gustado tomarle fotos a la gente, porque en efecto se ven varios estilazos, pero no me atreví a acosar a extraños. Terminé mi noche en un bar de sushi, pero como era más de corte fresa, nadie me hizo la plática como el día anterior.
Asi cerré mi breve e intensa visita al país del sol naciente, que por si no sabían, era un sueño largamente acariciado por mi. En efecto el lugar es como otro planeta, especialmente raro, pero al mismo tiempo resulta muy amable y relativamente sencillo de explorar. Quedé muy complacida.
Torre en Akasuka
La flama de Tokio
Mi tienda adorada
Los que me emborracharon
Los que me hicieron doble, más el inglés
Jardines del palacio
Afuerita del palacio
Juegos de patchinko
Ginza
Mi callejón alimenticio
Shibuya
En mi segundo fin de semana en Tokio anduve sola porque Oscar andaba volando por otros lugares. Me tuve que poner valiente con el sistema de transporte y logré "domar" el mapa de metro (que hace al de Londres ver como juego de niños).
Primero agarré camino hacia Akasuka, cuyo atractivo es un enorme templo rodeado de un enorme mercado que no disimula ser una trampa de turistas. Desafortunadamente el templo estaba en reparación, asi que no pude ver el exterior, pero los alrededores resultaron simpáticos. Desde ahi parte un bote que lo leva a uno en un recorrido por el río Sumida, que desemboca en la bahía de Tokio. Es una buena manera de ver los edificios de la ciudad, asi como los muchos puentes que hay en el río.
Una vez que el bote me depositó en la bahía, decidí ir a Ginza a buscar un par de tiendas... y vaya que las encontré. Pasé un par de horas entre un lugar maravilloso llamado Ginza hands y la nave nodriza de mi adorada tienda Muji (una de mis favoritas en Munich). La primera es una tienda enorme donde venden los artículos más encantadores de papelería, cocina, viaje, y ferretería. La segunda es una maravilla que vende las cosas más prácticas del universo. La versión de la tienda en Tokio es 10 veces más grande que las europeas. Realmente hice un esfuerzo sobrehumano por no atascarme, y logré cumplir mi promesa de comprar sólo cosas útiles o comestibles.
A punto de desfallecer de hambre y cansancio, me dirigí tambaleandome a buscar un restaurante. Todo estaba atascado con gente trajeada, que cláramente estaba disfrutando de un viernes después de la oficina. A lo lejos vi un callejón al lado de las vías del tren que despedía humo y mis instintos me llevaron directamente a lo equivalente de una fila de taquerías callejeras en México. Se trataba de una gran concentración de changarritos diminutos que vendían brochetas asadas o tempura. Intenté encontrar UN asiento en varios de ellos y la cosa no prometía, hasta que me asomé tras unas cortinillas y encontré un lugar libre en un restaurant de tempura. Pedí el combo más grande y una cerveza. La gente sentada cerca (muy cerca) eran todos locales y llevaban ya rato chupando. De repente un ñor me dice "Excuse me, your country?". Cuando les dije que era mexicana, les causó mucha gracia, y después de discutir entre ellos un rato, me dicen "Ah, Mexico, amigo, amigo". Procedieron a invitarme de su chupe, que consistía en una botella enorme de un aguardiente de arroz que mezclan con agua y hielo. Me dieron un vasote. Otro ñor y un chavo empezaron a preguntarme que qué hacía yo ahi, con una mínima cantidad de inglés. El señor me dice "Are you single?", y cuando le enseñé mi anillo contestó "Oh, you are double!". Estaba yo de lo más entretenida cuando se nos unió un inglés muy simpático y entonces nos siguieron preguntando cosas a los dos. Eventualmente se unió a la plática la señora que atendía el changarro y les dijo a los tipos que por favor me dijeran que yo era muy bonita "Number one here". Con esa increible buena vibra hacia los extraños, lograron que me enamorara de esa ciudad y su gente. Debido a que no quería arriesgarme a tomar el último tren de vuelta a Yokohama tuve que partir antes de que lograran emborracharme completamente. Se despidieron efusivamente y lo que más me sorprendió fue que la señora decidió darme un caluroso abrazo cuando le extendí la mano. Y luego dicen que los japoneses son fríos.
El día siguiente decidí visitar el palacio imperial, del que no vi absolutamente nada porque sólo se pueden visitar los jardines y lo demás está protegido a piedra y lodo. Los jardines son bastante grandes y algunas partes son realmente estilizadas. Algunas secciones están tapizadas por unos arbustos con flores rosas que acaban haciendo un fotogénico mar de color, muy bonito. Después opté por visitar el cercano museo de arte moderno, que me dió una buena idea sobre la plástica japonesa desde principios del siglo XX. Interesante, y sobre todo novedoso.
Caminé desde ahi hasta Ginza porque tenía el pendiente de visitar el edificio de SONY. Yo me esperaba algo gigantesco y una vez más me equivoqué. Lo que tienen son unas serie de pequeñas galerías muy fresas que muestran artículos novedosos de todo tipo, audio, video, y videojuegos. Por supuesto tienen una tienda, y por supuesto que aproveché para comprarme unos audífonos nuevos que cancelan el ruido externo. Estoy encantada con ellos, por cierto. No pude dejar pasar la oportunidad de volver al callejón del día anterior para probar un par de brochetas.
Mi última parada en Tokio fue en Shibuya, que es el barrio megaluminoso y "joven", es a donde van los que se visten y se peinan raro (lolitas y demás). Digamos que ese es el Tokio que uno se imagina por las películas, y no es de extrañar porque todas las películas van al crucero más famoso. Es alucinante la cantidad de letreros luminosos que hay en una extensión de cuadras y cuadras. Me hubiera gustado tomarle fotos a la gente, porque en efecto se ven varios estilazos, pero no me atreví a acosar a extraños. Terminé mi noche en un bar de sushi, pero como era más de corte fresa, nadie me hizo la plática como el día anterior.
Asi cerré mi breve e intensa visita al país del sol naciente, que por si no sabían, era un sueño largamente acariciado por mi. En efecto el lugar es como otro planeta, especialmente raro, pero al mismo tiempo resulta muy amable y relativamente sencillo de explorar. Quedé muy complacida.
Torre en Akasuka
La flama de Tokio
Mi tienda adorada
Los que me emborracharon
Los que me hicieron doble, más el inglés
Jardines del palacio
Afuerita del palacio
Juegos de patchinko
Ginza
Mi callejón alimenticio
Shibuya
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