En principio mi interacción con el cielo es intensa. Entre que vivo de la versión nocturna de él y que cada vez que me trepo a un avión le hago una visita cercana, es un hecho que el cielo es importante para mí. Lo que también es un hecho, es que bien a bien, nunca había estado en el cielo como tal... eso cambió en Hawaii.
Katelyn y Joe ofrecieron como una de las posibles atracciones alrededor de la boda, la oportunidad de aventarse en paracaidas. Pidieron que la gente avisara con anticipación para hacer reservaciones. Yo me la estuve pensando durante varias semanas, pero siempre me las ingenié para inventarme una o más excusas para no hacerlo. Llegado el día, Claudia y Jared me hicieron montón y me convencieron de apuntarme. De camino al "aeropuerto" (que estaba al otro lado de la carretera de nuestro campamento, secretamente esperaba que dijeran que no había lugar para apuntados de último momento. Ya sentada en la salita donde uno tiene que firmar papeles, me resigné a mi destino. Ni siquiera la draconiana forma que uno tiene que firmar ocho veces, y que dice que uno puede morir o quedar severamente lastimado de una y mil maneras, y que ellos no tienen la culpa de nada si eso pasa, ni siquiera eso me detuvo (por supuesto decidí no leer la mayor parte).
La espera fue larguiiisima porque había cola y éramos más de veinte en nuestro grupo. Al principio estábamos nerviositos, luego hambrientos, luego impacientes, luego cansados y luego emocionados. Cuando por fin apareció mi nombre en una de las listas, decidí reirme de que fuera en el grupo número 13, me rei menos cuando vi el letrero "Fuel after 13" (combustible después del 13). Una de las cosas más simpáticas de compartir la experiencia con tanta gente, es que todo mundo se dedica a hacer chistes más y más de humor mórbido y negro conforme pasa el tiempo. En particular las familias de los novios, que se aventaron todas menos las respectivas madres. La otra cosa chida fue que los invitados a la boda que no se aventaron, de todas maneras fueron a sentarse con los demás y echar la chorcha.
Cuando ya llega la hora en la que llaman tu nombre, es imposible evitar los nervios. Todos pusimos caras de concentrados con las explicaciones de nuestra "pareja" (el encargado del tandem de cada uno), pero en el fondo nos queríamos morder las uñas. Ya que estas en el arnés y caminando al avión, no queda mucho con que distraerse, menos cuando te trepas al avioncito en el orden en el que te vas a tirar. El avión comienza su vuelo mostrándonos unos paisajes de ensueño, eventualmente las nubes cubren los paisajes y uno pierde completamente la base para medir que tan alto se está... y el avion sigue, y sigue, y sigue subiendo, muchísimo más de lo que me hubiera imaginado. Yo hubiera jurado que a la hora de brincar no iba a poder dejar de gritar, y que la caida se iba a sentir como una montaña rusa a lo bestia. Solo esperaba poder mantener los ojos abiertos y alcanzar a ver algo.
La parte buena del método tandem, es que uno no puede meter las manos para nada, no hay nada de que agarrarse y el salto depende solo de cuando la "pareja" decida hacerlo. Una décima de segundo después de brincar, se siente rudo en la panza, pero la décima de segundo siguiente la sensación cambia por completo. Cuesta trabajo explicarlo, pero la cama infinita de blanco y la velocidad terminal lo ponen a uno en un estado casi místico, de relajación total, de paz total, de completez total. Durante la caida libre, que duró unos 45 segundos, me quedó clarísimo que había tomado una de las mejores decisiones de mi vida ese día. Alguien del grupo lo describió como estar en la matrix y la neta no es mala la descripción, no se siente como nuestro mundo, se siente como otra dimensión. Al instante de entrar a la capa de nubes, uno se acuerda de que tiene piel y terminales nerviosas porque hace un frio del carajo y las partículas de agua impactan con enjundia. Es como cruzar un refrigerador a toda velocidad. Dura tres segundos.
En el instante en el que uno sale de la nube y comienza a ver el suelo, la "pareja" abre el paracaidas y todo cambia radicalmente. La visión se vuelve como un tranquilo y silencioso paseo en helicóptero, la diferencia es que el paracaidas se menea bastante (viendo el video me sorprendió ver cuanto se meneaba). Estoy convencida de que escogí uno de los mejores lugares en la tierra para aventarme. Los colores turquesa del agua junto al verde intenso de las montañas hacen un paisaje de ensueño. La parte final de la bajada ocurre tan rápido que es imposible asustarse de nada, no da tiempo. Lo único que lamento es haber sido al primera fuera del avión porque hubiera estado chido ver a los otros flotando abajo, no vi nada de nada más que una buena porción de O'ahu.
Sí, uno se siente completamente eufórico y heróico al salir caminando de ese campo. Claudia Jared y yo corrimos a abrazarnos después de caer. En particular, les tuve que agradecer encarecidamente el haberme convencido de brincar. Como dijo mi "pareja" es lo más divertido que se puede hacer con la ropa puesta.
Nos quedamos un rato más para esperar al grupo de los novios, que fue el último en brincar. A ellos los recibimos con gritos, aplausos, fanfarrias y nalgadas (costumbre de los jugadores de frisbee). Todos salimos de ahi con una sonrisa que no se nos borró en muchos días, el producto de haber tenido un encuentro cercano con el cielo.
La fatal forma
La larga espera
Las tres mosqueteras (más la última víctima)
Joe T. fue de los primeros en brincar y celebrarlo
Mi grupo
Mi "pareja"
Las caras de mi grupo
La euforia posterior
Los certificadosKatelyn, genio y figura
Los novios, ya de vuelta
Mi paracaidas es azul con rojo, es el primero en caer
4 comentarios:
Oh my goodness, that sounds amazing and intense!
Yo lo hice hace poquito y es increíble. Todos tienen que tener esa palomita marcada en su lista de cosas que hacer en la vida.
Uoo!
Muchas Gracias por compartir. Me emocioné.
Sigue Gozando!
Envidia gigantesca, no cabe en este comentario. Mil felicidades, definitivamente es algo que sigue ahi en mi lista grrrrr.
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