Salimos de Venecia en un auto rentado, dispuestos a cruzar un buen cacho de país hacia el sur. El estilo de manejo en carretera es muy parecido al de México (algo anárquico), y los caminos son mejores, así que nunca me sentí desencanchada. Mi madre me ayudó un trecho y Pepa (nombre que le dimos a nuestro GPS con voz femenina) nos llevó a buen puerto. La entrada a Nápoles fue algo traumática porque ya era de noche, el tráfico estaba pesado, y los napolitanos son unos animales al volante. Imagínense que el 70% de los conductores son como el 10% más cafre del DF, y con la mitad o menos del espacio. Rudo. Para acabarla, el centro de Nápoles no puede ser acusado de estar limpio y verse amigable, para nada, así que uno no puede dejar de sentir que se está metiendo a la boca del lobo.
Ya una vez instalados en el hotel, buscamos alimento en la cercanía. Mi guía recomendaba un lugar de pizzas muy tradicional, lleno de gente local y hasta barato, que resultó tener unas pizzas gloriosas... hasta me reconcilié con la ciudad. Ya de vuelta al hotel, nos topamos con trabajadoras de la calle, y eso que era temprano todavía. Lindo lugar.
El día siguiente lo dedicamos a Pompeya primero y al museo arqueológico después. Por supuesto que tomamos el tren transvesuviano, yo no pensaba manejar ni un metro más de lo necesario en ese lugar. La maravilla de Pompeya es que es tan grande, que aunque esté lleno de visitas guiadas, siempre piede uno encontrar muchos rincones interesantísimos y hasta vacios. Hicimos un recorrido completo y eficiente, de manera que alcanzamos a ver todo lo importante. Desafortunadamente, algunos de los lugares a los que yo pude entrar hace dos años ahora estaban cerrados o con acceso limitado, pero también pude ver lugares nuevos, unas por otras. Otra cosa en la que nos tocó suerte es que no hizo tanto sol ni tanto calor como la otra vez.
Después de un tentempié, volvimos directo al museo arqueológico en Nápoles. La vez pasada no pude visitarlo y me alegra inmensamente haberlo podido hacer ahora, tiene una colección fantástica de arte romano, tanto de los sitios cercanos (Pompeya, Ercolano y otros) como de esculturas monumentales provenientes de todos lados. Fue el complemento perfecto para la visita.
Caminamos un poco por el centro, vimos la catedral, y recorrimos una calle supuestamente peatonal en la que un mocoso al volante de un auto casi nos arrolla por arrancar como alma que lleva el diablo (la calle era 30 cm más ancha que el coche y estaba LLENA de gente). En esa misma calle me topé con el mítico altar a Maradona y le tomé una foto medio ilegal, ya que el dueño del café/bar donde está el altar pide que uno se tome al menos un café si le toma una foto... ni modo. Una vez más tuvimos una cena buena, bonita y barata, esta vez con mariscos. Con todo y lo difícil que es navegar por esa ciudad, la volvería a visitar aunque sólo tuviera comida.
Al día siguiente Pepa me chamaqueó un par de veces y acabé dando un vueltón innecesario que encima de todo me costó 1.5 euros por entrar y salir de una autopista de cuota que no venía al caso, oh well. Tuve el "placer" de manejar en Nápoles un poco más. Me siento una sobreviviente aventurera después de esta experiencia.
Hela ahi, la mejor pizza del universo
La funcionaria frente a la propaganda electoral
El tripié en acción
Mi padre, tentado a usar las instalaciones del lupanar
Cuando se asomó el volcan un poquito
Mosaico pacifista
Los viajantes en la ciudad
En la panadería
Pidiéndole inspiración a la musa (musotota)
Fabulosas pinturas
No sabía que cupido tenía un nombre tan desafortunado en italiano
Carreritas
Parte del gabinete secreto
Altar
3 comentarios:
Cuando estuve en Nápoles en 1996 fui a una pizzería que supuestamente era la mejor de Italia y por consecuencia del mundo. Estaba en el centro y había poco turista. Tenía mesas de lámina de Coca-Cola, sillas pegadizas, un horno enorme de ladrillo y un viejito en chinga metiendo y sacando pizzas. El nombre "Antica Pizzeria de Miguelo" (supuse en su momento que el viejito era el mismísimo Miguelo.
Y en efecto, la pizza estaba buenísima.
EL secreto de las pizzas en Nápoles esta en el queso... verdadera Mozzarella di Buffala...
Espero la hayas podido probar asi solita...
jiji.. que titulos para sus fotos que chistososas.
Feliz año.
abrazos!
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