Ringberg

Había una vez un duque bavaro, que a pesar de su inmensa fortuna, era desafortunado por ser gay en un tiempo en el que aquello no era bien visto. Consiguiose un novio arquitecto y ambos se embarcaron en el proyecto de construirse un nidito de amor en forma de castillo junto a un lago. Todo esto sucedió a principios del siglo XX. Eventualmente la fortuna no alcanzó para el proyecto, vinieron un par de guerras y el estado acabó confiscando el castillo. Varias maromas después, el castillo acabó en manos del instituto Max-Planck, que lo utiliza para hacer congresos.

En el lugar caben unas 45 personas, que cuando no están sentadas oyendo o dando pláticas, son alimentadas generosamente y pueden hacer uso de varios espacios destinados para el trabajo y el esparcimiento. Todas las pinturas y esculturas que adornan el castillo fueron hechas por el novio-arquitecto, que por cierto no era un gran artista plástico (ejemplos abajo). El ejemplo supremo es un gigantesco mural en las escaleras principales, que muestra una escena de caza con el duque y su amigo, pero el mural con el "salto de vaca" ha dado mucho de que hablar también, alguien hasta lo propuso como deporte oímpico.

Nuestro jefe apartó el lugar para la reunión de nuestro grupo, que en realidad acabó en pachanga porque la mitad de la gente viene de otros grupos, pero bueno. El programa está bastante pesado, pláticas de nueve a seis, y a veces discusiones después de cenar. Conforme pasan los días hay mas y mas gente que se refugia en sus laptops y no pela gran cosa... yo intenté poner atención todo lo que pude pero ya me rendí.

Al final la reunión tuvo la gracia de que todos acabáramos sabiendo con detalle que hace el de la oficina de al lado.