22.11.11

Satyagraha... via satélite


He visto a Phillip Glass tocar sus obras en vivo tres o cuatro veces. Todas ellas en calidad de soundtrack de películas o cortos cinematográficos. Es más, un día comí el almuerzo junto con él... y otras cuarenta personas. Fue una plática informal organizada por la universidad. Cuando empezó a hablar sobre su ópera "Einstein on the beach", me sonó a un asunto muy interesante pero muuuuy denso. Conociendo su estilo, tenía algo de miedito a la hora de decidir ver una de sus óperas. No me imaginaba como su estilo de arpegios infinitos se podía traducir a una ópera, y menos a una ¡escrita en sáncrito! Resulta que la respuesta es: bastante bien.

Satyagraha es un concepto desarrollado por Ghandi que se traduce como "insistencia de la verdad", pero que se entiende como resistencia pacífica. A pesar de que su movimiento es conocido mundialmente por haber conseguido la independencia de la India, en realidad sus orígenes estuvieron en Sudáfrica, cuando se volvió lider de la lucha de los Indios ahí. Glass decidió usar como tema la lucha de Ghandi en Sudáfrica, pero utilizando sólamente textos en sánscrito provenientes del Bhagavad Gita. Por esa razón, la ópera no tiene diálogos como tal, sino que los personajes repiten una y otra vez el texto como una especie de mantras. No hay subtítulos como tales, sino que el texto se exhibe al principio de cada escena una vez.

La ópera, escrita en 1978, se divide en tres actos. El señor Glass nos explicó desde el backstage del Met que cada acto está nombrado por una figura que representa el pasado, el presente y el futuro de Ghandi. Comienza con Lev Tolstoy, con el cual Ghandi tuvo correspondecia, pero que no era su contemporaneo, y el cual le sirvió de inspiración para su movimiento. Sigue Ravindranath Tagore (así se llamaba mi kinder), que fue amigo cercano de Ghandi durante muchos años, totalmente su contemporaneo. Cierra con Martin Luther King, el cual se inspiró en él al lanzar su movimiento por los derechos civiles.

Esta producción del Met cuenta con la participación de la ópera nacional de Inglaterra y del grupo Improbable Theatre, que hace toda la diferencia en el escenario. Es difícil describir lo astuta que es la puesta en escena, porque hace un uso fantástico de ideas relativamente simples. Todo el diseño está basado en papel periódico y metal corrugado, más unos cuantos elementos sencillos como ganchos de ropa, cinta adhesiva, sillas, o lámparas de mano. Eso aderezado con unos muñecos enormes de papel maché.

En la parte musical, por supuesto que en la partitura se reconoce al Phillip Glass de siempre, pero el trabajo que hace con las voces pone todo en otra dimensión musical. Es muy impresionante lo que le exige a los cantantes, que tienen que repetir la misma frase (en un idioma que nadie habla) decenas de veces. Sigo sin entender como demonios se sincronizan todos. El coro forma una parte fundamental de la obra, tanto por el trabajo actoral que tienen, como por la participación en voz. El director del coro dijo que ya que le agarran la onda, hasta se divierten, pero que el camino para aprenderse la partitura es tortuoso. Hay una pieza en particular en la que la parte masculina del coro pasa veinte minutos haciendo unos enfeaticos ah-ah-ah-ah en una sola nota. Suena maravillosa, pero no me imagino la clase de gimnasia vocal qué hay que hacer para aguantar eso.

En honor a la verdad, el tercer acto es pesadito, y además estoy segura que ya había oido partes de la música tal cual. Creo que agarró alguna parte para algún soundtrack. Es el acto más corto y los otros dos son tan deslumbrantes, que al final sale uno con muy buen sabor de boca. Me sorpendió ver que el Auditorio estaba casi lleno, el público chilango le entra a todo, al parecer. Yo cada vez le tengo más respeto al señor Glass, no puedo pensar en otro autor contemporaneo como él, tiene su chiste.

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