30.9.12

Washington (primera parte)

Parece que ya solo puedo bloggear cuando acabo de salir de viaje... la vida es dura.

Aprovechando las escasas vacaciones de mi madre, empacamos hasta el perico y nos fuimos a la capital del vecino país del norte. El plan fue sencillo debido a la enorme generosidad de mis queridos Clau y Jared, que decidieron aceptarnos de visita con todo y el mencionado perico (que no es metafórico... como habla esa niña)

Recién desempacados nos fuimos inmediatamente al National Mall, comenzando por el ala este de la National Gallery. Yo alcancé a ver las pinturas y esculturas por encimita, porque la paciencia de Leah es limitada. A ella le entretienen mucho más las escaleras, los pasillos y cosas así. Fuimos a comer al Museum of American Indians, porque su cafetería es fabulosa, y a pesar de mis advertencias, a mi papá le picó al curiosidad y quiso verlo. Es una verdadera lástima que hayan decidido utilizar un espacio tan bonito con unos contenidos tan etereos y confusos. Como dice mi marido, es un (mal) monumento a la corrección política. Cerramos el paseo caminando hasta el Washington monument mientras Leah se tomaba una siesta. Rumbo a la cena tuve una beuna probada del tráfico de la tarde. valió la pena para ver a mi amiga Tatiana en un restaurant Thai (creo que no la veia desde mi boda).

Al día siguiente, optamos por usar el transporte público, que nos llevó felizmente hasta el National Zoo. El lugar es precioso, pero entre obras y nacimientos recientes, no estaban muchos de los animales más llamativos. Como sea Leah estuvo feliz y salió con camiseta de Panda, aunque no los hayamos visto. Un par de días después de que fuimos, nos enteramso que el pandita recién nacido se había muerto. Es tristísima la historia de intentos de reproducción de pandas en ese lugar.

El metro nos llevó de nuevo al Mall, y aprovechamos la esplendorosa tarde para visitar el extremo oeste, hasta el Lincoln Memorial. Además de la vista espectacular para todos lados, la ruta de aterrizaje para el aeropuerto Reagan da la oportunidad de ver docenas de aviones muy cerca. Leah se cansó de gritar "milla mamá, un avion". Por cierto, Leah insiste en llamarle U-bahn al metro, independientemente de lo que digan los demás o el idioma en el que lo digan. Eso sí, le fascina.

Volvimos a la casa, cocinamos a toda velocidad y Clau y yo salimos corriendo para ir por Niv al aeropuerto. Tengo que decir que las señas de las carreteras cerca del Beltway no siempre son amigables. Si no ha ido Clau conmigo, me hubiera dado varias vueltas en falso.


Sala de Calder en la National Galery. Leah ya se hizo fan
Fabuloso tunel entre las alas de la National Gallery
Museum of American Indian. Lo mejor es el edificio y la cafetería.
En un jardín escultórico
¡Disco!
En su adorado U-bahn
El leon perdió a su presa en el agua
Aprovechando el fondo, aunque la niña no se dejaba
Después de visitar al buen Abe
Entre la luz y el fondo, tomamos toneladas de fotos
Feliz coincidencia de pájaros y obelisco



1 comentario:

Martha dijo...

Leah adora el Metro, pero es que no se ha subido al de la Ciudad de México.