8.6.09

Crónicas niponas: Kioto

Finalmente logré organizar mis fotos y ponerlas en un sitio de red decente. Mucho de lo que voy a hablar en el texto está ilustrado ahi, no en las fotos incluidas en éste post.

Llegando a la conferencia no conocía a casi nadie, prácticamente sólo a Bryan, que ya había estado ahi de vacaciones, asi que me dio buenos tips. Por supuesto no me llevó mucho tiempo encontrar a la banda prendida, asi que nunca hubo problemas para encontrar compañeros de cena y chelas. Hubo un paseo organizado por la conferencia, que involucró a 150 astrónomos visitando templos al mismo tiempo, el resto de la turisteada me la aventé yo sola.

Kioto está sembrado de templos. Algunos están en media ciudad, otros en las orillas. Todos tienen unos jardines hermosos, cuya vista hace lo inunda a uno de paz, pero todos, sin excepción, están rodeados de un ruido infernal. Siempre hay alguna sierra, máquina de limpieza, o de jardinería, que le arruina a uno el soundtrack soñado. El primer templo que vi está en medio ciudad, el templo Toji. Su mayor atracción es una vieja y alta pagoda de cinco niveles, que es la más alta de Japón. También alberga una colección de enormes Budas y Bodhisattvas, que no volví a ver en ningún templo.

Después me dirigí hacia las montañas del este de la ciudad hacia el templo Kiyomizu-Dera, que es un enorme complejo de edificios de varias épocas. Como casi todo lo que vi en Japón entre semana, estaba lleno de muchachos de secundaria con sus inenarrables uniformes de marinerito. Con razón hay tanto adolescente deprimido en Japón, yo no aguantaría ese look tantos años. Un edificio que casi nadie pela, tiene una entrada hacia "las entrañas del templo", que consisten en pasillos completamente en tinieblas, por los que uno camina agarrándose de un riel, eventualmente se llega a una piedra levemente iluminada, con una inscripción, a la que hay que girar para que le cumpla a uno algún deséo. Hubiera sido una experiencia casi trascendental, de no ser por las hordas de mocosos que nunca dejaron de gritar adelante y atrás de mi. De todos modos muy disfrutable.

Al final del recorrido, me topé con lo que decidí nombrar como " el deseódromo". Un espacio reducido en el que había diez lugares y maneras distintas de pedir deseos, ya fueran amorosos, de salud, financieros, o lo que se ofrezca. Se pueden colgar papelitos, pintar maderitas, sobar estatuas, aventar monedas, tomar agua y aplaudir, caminar entre piedras, más lo que se me haya escapado. O la gente es muy supersticiosa, o andan muy escasos de buenas noticias por ahi.

Las calles en esta zona son hermosas. Todas son estilo antiguo, con casas bajitas de madera, peatonales, cubiertas de piedras y estrechas. Realmente encantador. Por dichas calles llegué a mi templo favorito, el templo Kodai-Ji, que fue construido por una rica viuda para honrar a su marido. Es un lugar plácido y discreto, con colores claros, y sin la invasión de los escolares. Como en todos los tenplos, hay un simpático sistema donde a uno lo proveen de una bolsita para meter los zapatos durante el recorrido sobre madera antigua o pisos cubiertos de tatami (petate elegante), al final uno se pone los zapatos y devuelve la bolsita. La parte que más me gustó del templo fue la que no tenía edificios sino un fabuloso mini-bosque de bambú. He decidido que son mis bosques favoritos, se ven igual de chulos que en las películas de Zhang Yimou.

Acompañada de montones de astrónomos (y sus llaveros) fui a dos templos fuera de la ciudad, hacia el norte (en Ohara). El primero se llama Sanzen-In. Es muy grande y sobre todo tiene unos jardines espectaculares. Ahi, mi colega Davor y yo caimos en la trampa de Bryan, que nos recomendó visitar una casita en la que daban a probar té que uno podía comprar. Muy emocionados tomamos nuestra muestra de té y cuando lo probamos sabía exactamente como si uno hubiera calentado agua de mar, ¡totalmente salado!... no compramos té. El segundo templo, llamado Jakko-In era minúsculo y sufrió un incendio hace pocos años. De no haber tenido 150 personas tratando de verlo al mismo tiempo, hubiera resultado encantador, supongo.

Después de los templos nos llevaron al elegante lugar donde fue el banquete de la conferencia. Sirvieron alcohol de manera muy generosa, y comida de manera más bien discreta, pero todo mundo quedó muy contento con el entretenimiento artístico proveido por un grupo de Geikos y Maikos (que es la manera de llamar a las Geishas en Kioto, las Maikos son sus aprendices). Es muy impresionante ver el inmenso detalle en la apariencia de esas mujeres, los kimonos, el maquillaje, y sobre todo ¡los peinados!. Un buen rato se dedicaron a caminar entre la gente que, por supuesto, tomó (tomamos) miles de fotos. Al final presentaron dos piezas de baile en las que se podía ver cláramente mucho entrenamiento y técnica, pero que siendo honesta, es imposible llamar entretenidas. La música tampoco fue mi fascinación. El show estuvo muy bien planeado porque duró sólo unos veinte minutos, asi que todos quedamos contentos.

Cerramos el día en un bar-lounge chiquititito. Los cuatro que íbamos llenamos la mitad del lugar. Perdimos a la mitad de la banda, conformada por ingleses, ya que ellos decidieron ir a un Irish-pub... háganme el favor. Yo me divertí mucho viendo como mis acompañantes masculinos babeaban cada vez que una de las meseras se acercaba a nosotros. Se inventaron una gran cantidad de preguntas peregrinas para atraer la atención de las muchachas.

Mi último día en la ciudad, me fui a caminar cerca de la universidad. Me dí una agradable perdida por barrios cercanos a varios templos. Entre otras cosas me topé con un cementerio enorme, que recorrí gustosamente. Cerré el paseo en un templo Shintoista, en el cual nunca entendí cómo funcionaba eso de los altares y que estaba casi vacío. De la fabulosa cena que cerró mi visita a kioto, les contaré en otro post.

Templo Toji
Templo Kiyomizu-Dera
Templo Kodaiji
Templo Sanzen-In
Entre una Geiko y una Maiko
Mini bar-lounge

Fabuloso restaurant

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