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La boda civil fué en un palacio en los suburbios de Viena. No voy a decir que entendí lo que dijo la mujer que los casó, pero me quedó claro que fue un discurso muy personalizado que repasó la historia de como se conocieron ellos dos y como su relación ha traspasado muchas fronteras. Muchísimo más emotivo que lo que diría cualquier juez mexicano. Se dijeron votos que ellos mismos escribieron, Mike en portugués y Barbara en alemán. La ceremonia fue breve pero muy bonita. Salieron de ahí trepados en un carruaje de caballos. La recepción fué en un restaurant con jardín. Primero tomamos (muchos) aperitivos al aire libre mientras el otro Mike y su cuate amenizaban con música. Luego la cena fué bajo techo. La comida estaba bastante buena y acabé comiendo demasiado, no se por qué eso me pasa casi siempre en las bodas, ya debería haber aprendido la lección. Para bajar panza, el DJ empezó a tocar música para bailar y el infeliz no paró en toda la noche. El tipo tenía particular predilección por canciones oscuras de bandas ochenteras famosas. Yo no se si en Austria los one hit wonders fueron otros. La verdad me desilusionó un poco la familia brasileña de Barbara, yo pensé que iban a armar una batucada y nomas no se acabaron de prender gran cosa. Creo que Amanda, Thomas y yo fuimos los que mas desmadre echamos a lo largo de la noche. Uno de los highlights (para mí) fué bailar una canción de Falco... ¡en Vienés!. Era esa de "don´t turn around oh oh oh, the comissair is in town oh oh oh", pero no entendí nada. Salimos de ahí como a la una, casi doce horas después de empezar. Buena boda.
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El domingo fué nuestro día de paseo por el centro de la ciudad. Recorrimos jardines, palacios, estatuas, iglesias, plazas y calles variadas. Con esa ciudad no hay pierde, está llena de edificios de bonitos a grandiosos por todos lados. No quise ni leer lo que me estaba perdiendo en los museos porque sabía que no iba a poder ir, yo espero poder regresar un día de estos. Y no, no me subí (ni la vi siquiera) a la ruedota de la fortuna. Resulta que el Danubio está bastante lejos del centro de la ciudad, y la rueda está junto al rio. No llegamos hasta allá.
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De camino a Munich decidimos pararnos a cenar en Salzburgo (mmmh, más gulash). Alcancé a comprar chocolates de Mozart en una de las pocas tiendas abiertas. La cena estuvo muy agradable, salvo por un grupo de belgas imbéciles que estaban celebrando la victoria de no se qué cilcista en no se qué carrera. Su manera de celebrar consistía en caminar por todo el pueblo y atosigar a la gente que cenaba "cantando" una canción horrorosa que nadie entendia y sobre todo, a nadie le importaba. Hagan de cuenta fans de futbol borrachos. Una hueva.
Esa fue mi primera visita a Austria.
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