Señores y señoras, he presenciado el mejor show de rock que se haya
producido en éste planeta. Hay shows que me han conmovido más, que han
resumido el soundtrack de mi vida, que me han llevado al extasis, pero
en cuanto a calidad absoluta, no se pone mejor que esta versión de The
Wall.
Estamos hablando de una mezcla de diseño
técnico/gráfico, con un soundtrack que (sin ser siquiera la mejor música
que ha producido ese señor) es muy muy poderoso, con una carga
social/política/emocional enorme, con una fanaticada que ya lleva varias
décadas familiarizándose con el material en cualquiera de sus formas...
el resultado es el mejor show en la tierra.
Por supuesto el protagonista absoluto del show es el muro, una
bestialidad de 155 metros de ancho que empieza parcialmente construido y
se va ensamblando conforme avanza la primera mitad del show. Sigo sin
entender como carajos logran proyectar sobre cada ladrillo individual,
un segundo después de que es colocado. La calidad de la proyección es
impresionante, en algún lugar escuche que son unas 3000 lineas por
ladrillo. En las dos horas que estuve ahí, nunca pude acabar de recoger
mi quijada del piso cada vez que veía una proyección nueva, más allá del
contenido, la pura calidad sacaba lagrimitas.
En cuanto al contenido, esta versión de The Wall se enfoca
muchísimo en las víctimas de toda clase de opresión y violencia. El
concierto comienza proyectando fotos y biografías de caidos en varias
luchas a lo largo de la historia reciente (de la segunda guerra mundial
para acá). La primer foto es la del mayor Waters, el padre del autor al
que prácticamente no conoció, seguida de activistas de medio oriente,
soldados de varias guerras, víctimas de terrorismo y de abusos policiacos. En la versión local apareció la foto de Juan Francisco Sicilia.
Cada vez que la foto desaparece del círculo central, pasa a uno de los
ladrillos, que se acaban poblando a una velocidad pasmosa. Por supuesto
también utiliza muchas de las animaciones de la película, pero adaptadas
al formato del escenario de una manera asombrosa, genial.
La música es de todos conocida, pero vale la pena mencionar que
la interpretación fue impecable. Cuando oí a Waters en Live 8 hace unos
pocos años, sentí que no le quedaba nada de voz, así que venía preparada
para eso. Nada que ver, está enterísimo para sus muchos años. Chorea al
público mucho más de lo que yo hubiera esperado. Es increible como la
edad baja la amargura y saca la dulzura en algunas personas. Su ensamble
de músicos es muy muy bueno, varios de ellos llevan décadas tocando con
él. Es una máquina muy bien aceitada que queda a la altura de la épica
producción. Como siempre con cualquier cosa relacionada con Pink Floyd
(excepto en Berlin en 1990) el sonido fue del otro mundo. Lo mejor que ha pisado el Foro Sol.
Y bueno, ojalá pudiera describirles con justicia los golpes
sensoriales que se lleva uno con los símbolos que desfilan por la
pantalla. Son sobrecogedoras esas combinaciones de canciones como Mother con letreros como "No fucking way". Yo siento que tendría que ver el show unas cuatro veces para poder sentirme como en un concierto normal en el que uno está disfrutando la música. Es tan impresionante que más bien me dediqué a acordarme de respirar de vez en cuando.
La compañía también fue de lujo: mi madre que me enseñó esa música primero que nadie,
mi marido que me ha hecho repasar la discografía de ese señor en los
últimos 9 años, y mi madre adoptiva, que es compañía infaltable para
conciertos emocionales (aunque desafortunadamente no estuvimos en el
mismo lugar).
Si no tienen oportunidad de ver el concierto en vivo, consíganse un video de buena calidad tan pronto como puedan.
1 comentario:
Comencé a lamentar no haber ido a ver este concierto cuando Martha y tú me lo platicaron al día siguiente. Leyendo tu crónica confirmo que la regué. Otra vez será.
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