3.10.11

Caifanes

Puede parecer atasque eso de ver a Caifanes dos veces en el mismo año, cruzando la calle de donde los vi la vez pasada... pero ya me conocen. Me ofrecieron un boleto para ir con un par de amigas de la primaria y otros acompañantes. No hay mejor compañía que aquellos con los que compartiste esa música desde la tierna infancia.

Lo primero que hay que comentar es el lugar. La última vez que yo fui a un concierto en el Palacio de los Deportes fue en los tempranos noventas. No me atrevería a decir que suena "bien", pero ciertamente mejoró enormidades. Suena mejor que cualquier arena deportiva gringa que yo haya visitado, al menos. El lugar estaba a reventar, y dado lo rápido que se vendieron los boletos, me da la impresión de que la mayoría eran muy fans. Las 18,000 voces que acompañaron a Saúl en la mayoría de las canciones confirman el diagnóstico.

Salieron al escenario uno por uno, para recibir ovación personalizada y se arrancaron con Viento para prender a las masas desde el principio. Después de otros cuantos "hits" (Para que no digas que no pienso en ti, Miedo) se aventaron unas cuantas para los más conocedores. La mayoría de la gente se pasó esa parte sentadita. Volvieron a levantar a la banda con Aquí no es así, Cuentame tu vida y Antes de que nos olviden. De ahi en adelante ya fue un tórrido romance con la audiencia. Hicieron una catafixia en la que Alfonso André (el guapote) y Diego Herrera (el quinto elemento) bajaron al frente con un bongó cada uno, mientras Sabo (la trenza infinita) se subió a los teclados, mientras Markovich (el nomerioniapuntadepistola) y Saúl (el corazón de la noche) se quedaron en las guitarras. Nos deleitaron con una hermosa versión de Ayer me dijo un ave. De ahi brincaron a mi canción favorita, Hasta morir, que les salió deliciosa. Tuvieron otro par de canciones más marginales, y luego ya no le bajaron al tono, puro hitazo rudo que enloqueció a la gente.

El ánimo fue muy distinto al concierto del Vive Latino. Ese primer concierto después de tantísimos años fue muy muy muy emotivo, y todos estábamos en una especie de shock, como incrédulos de que se haya podido dar el reencuentro. Éste ya no fue sorpresivo, sino fue el de "ahora si vamos a desquitarnos". El anterior fue reverencial, éste fue entregadísimo. Se sintió como si la banda y el público se hubieran abrazado para cantar juntos. Ellos se veían muy contentos, pero más relajados que la otra vez... salvo Markovich, que nunca se ve relajado, ni contento.

A la hora de presentar a los miebros de la banda, Saúl tuvo que hacer largas pausas porque cada nombre fue seguido por una laaaarga ovación. Diego Herrera (el alma de la fiesta), fue el que más contento se vió todo el tiempo. Alfonso André (el pelos de baba de nopal) como siempre se mantuvo cool, pero muy agradecido. Markovich (el jetas) no alcanzó ni a doblar la orillita de los labios a pesar de los muchos minutos de ovación que tuvo, pero sí hizo la seña de abrazar al público. Sabo (el señor estilacho) también se mantuvo cool, y en algún momento empezó a tocar la melodía de ole ole ole ole... cuando la gente empezó a cantar "ole ole ole ole, sabooo sabooo", los paró en seco, y presentó a Saúl (el cuero le sienta bien). Por supuesto casi se cae el recinto, y al hombre no le quedó mas que taparse la cara con las manos y reirse. Se me hizo curioso que Saúl siempre se dirige a "la raza" en segunda persona del singular. Todo es "a tí raza", "para tí raza", etc...

Cuando se fueron habían quedado a deber los hitazos más rudos, así que la pregunta era sólo cuánto iba a durar el encore. Decidieron volver con La negra Tomasa y ahi sí TODOS, todititos se pararon a bailarla y cantarla. Siguieron Nubes y como la vida sin célula no es vida, pues siguió La célula que explota. Volvieron a salirse, la gente volvió a pedirlos rabiosamente, y regresaron para rematar nada menos que con Afuera y No dejes que... apoteosis total. Es uno de los encores más contundentes que he visto en la vida. De salida bajaron al pasillo que queda entre la primera fila y el escenario al besamanos. En las pantallas se veía a gente enloquecida, gritando, lanzando besos, llorando, y hasta pasándoles chamaquitos de cinco años con su camiseta de caifanes para que los "bendijeran".

Fue un concierto enormemente generoso por todos lados. Duró dos horas y media, que como dije, fueron el idilio de una ciudad y sus ídolos recuperados después de muchos años. Entrega total entre banda y público... y yo tuve la enorme suerte de estar ahí. ¡Gracias a mi amiga por endilgarme el boleto!.


Visión general

El guapote

Será jetón, pero que buen guitarrista

Enorme

El gran Sabo, con su camisa de lunares

Diego Herrera, con el infaltable saxofón

La catafixia

Todos ellos

2 comentarios:

v g m dijo...

absoluta envidia... pero gracias a ti que me enteré y aunque solo una fracción de lo que pasó ahí también me emocioné, gracias :)

Anónimo dijo...

Excelente crónica, casi igualito sucedió el domingo, pero empezaron con la misma del Vivle "Será por eso".
Besos,
Galia