Fui a Jena para asistir a los exámenes doctorales de mi amiga Pamela y de su marido Robert, y también para poder conocer al otro producto que ambos lograron hacer juntos además de sus respectvas tesis: el pequeño Emil. Me parece asombroso lo que hicieron. Cocinar una tesis y un bebé al mismo tiempo es digno de aplauso, y además tuvieron que preparar sus respectivos exámenes mientras aprendían a alimentar y procurar al pequeño. Mis respetos.
Por primera vez hice todo el proceso de planear un viaje en tren en este pais. Todo marchaba sobre ruedas hasta que marchó demasiado. Cuando llegamos a Jena, me levanté para salir del tren, pero al llegar a la puerta de vidrio que se abre automaticamente antes de la puerta de salida... pues no se abrió. Corrí hacia la siguiente salida y fue demasiado tarde, las puertas ya estaban cerradas y el tren empezó a moverse. Fui a contarle mi percance a la controladora de boletos y me dijo que tenía que esperar hasta Leipzig para poder bajarme y volver. O sea que perdí dos horas llendo y volviendo a Leipzig y por eso llegué tarde al examen de mi amiga. De ahora en adelante seré completamente paranóica en los trenes.
Por supuesto que quería ver el examen por curiosidad y por echarle porras a mi amiga, pero es un hecho que iba a entender muy poco sobre sus simbiontes mutantes. El examen de su marido fue peor porque fue en alemán, ahi no pasé de entender los nombres de los elementos químicos con los que trabaja. Eso sí, me dio mucho gusto presenciar y entender cuando los dos recibieron felicitaciones de sus respectivos comités y también recibieron sus sombreros de graduación (costumbre de por aca). Hasta a Emil le tocó un sombrerito.
La fiesta fue en un barecito de la localidad. Las primeras horas comimos generosamente una mezcla de antojitos alemanes, mexicanos y argentinos, con mención especial para los diez postres presentes (de losq eu yo probé tres). Las siguientes horas se nos fueron entre chorcha, cerveza y baile. La parte más ruda fue cuando la madre y hermana de la festejada decidieron tocar música de mariachi y bailar. Tuve que desempolvar las coreografías y descubrí con horror que ya no me acuerdo completamente del son de la negra, pero al menos todavía tengo grabado el jarabe tapatío. También fue duro comprobar que estoy en pésima forma, acabé agotada con el zapateo. Los alemanes estaban de los más entretenidos con los bailes folclóricos. Cerramos la noche con un poco de tequila que me supo a gloria Hace mucho que no tenía el placer de tomarlo.
El día siguiente lo pasé con Pamela y su familia en su casa. Las abuelas por fin aflojaron un ratito al nieto y lo pude cargar un poquito. Buena dosis de relajación y felicidad por cargar a un ser humano tan dulce y compacto. Nos entretuvimos parte de la tarde platicando y jugando jenga. El papá de Robert no conocía el juego y se picó muchísimo. Todavía tengo que conocer a alguien a quien no le guste ese juego. Después de felicitar a los doctores por sus muchos logros, me despedí muy satisfecha con mi corta visita a Jena.
Tomé mi tren en la tarde y se supone que iba a llegar a Munich a las 10:40 de la noche. Todo marchaba sobre ruedas hasta que no marchó más. había una tomenta terrible y algunas secciones de las vías se inundaron. Nos mandaron por una ruta alterna, que también valió queso más tarde porque un árbol cayó en las vias. Tuvimos que cambiarnos a otro tren que estaba atascado y lleno de borrachos gritones que hicieron la espera todavía más tortuosa. Los alemanes aguantan un piano en lugares públicos, se nota que están molestos con los que abusan del espacio compartido, pero nadie dice nada. Si yo masticara más alemán les hubiera pegado de gritos. Total que llegué a Munich después de las dos de la mañana.
Estoy empezando a pensar que me tengo que hacer una limpia para transportes. Ya sea por avión, tren o automovil, casi siempre me pasa algo que acaba haciendo el viaje largo y tortuoso. ¿Será mi karma o será que ya no se puede viajar en paz en estos días?.
1 comentario:
Mejor le hubieran puesto Email, en lugar de Emil.
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